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Marcel Gascón Barberá

"Levántese y lárguese": Vox le revienta otro monopolio a la izquierda

Hasta la emergencia del partido de Abascal, la izquierda decidía de qué nos podíamos reír, qué había de alarmarnos, con qué habíamos de compungirnos.

Hasta la emergencia del partido de Abascal, la izquierda decidía de qué nos podíamos reír, qué había de alarmarnos, con qué habíamos de compungirnos.
Rocío Monasterio y Pablo Iglesias, en el debate de la SER. | EFE

El jueves 23 de abril, día de San Jorge, Iglesias amenazó con abandonar el debate electoral en la cadena SER si Vox no condenaba los sobres de las balas en los términos que él exigía. En vez de pedirle que se calmara, de complacer a Iglesias o de explicar por qué no accedía a su exigencia, Rocío Monasterio le animó a que despejara (a que escampara la boira, la niebla, como decimos gráficamente en mi pueblo): “Pues levántese y lárguese”

Al rescate del hiperventilado corrió la presentadora Barceló. Cogiéndole “de la manita”, como señaló muy pertinente Monasterio, la presentadora le rogaba a Iglesias que no se fuera: somos mejores, Pablo, pero no lo hagas. Los demás candidatos –punzante la anestesista, pedagógico el jesuita– le reprochaban su indecencia a Monasterio.

La candidata de Vox los tenía a todos en contra. Y no solo resistió. También se negó a aceptar el marco que, con el auxilio de la anfitriona, le quería imponer Iglesias. Mientras el candidato de Podemos desfilaba, Monasterio siguió animando al agraviado a consumar su boicot.

La actitud de Monasterio simbolizó la voladura, por parte de Vox, de otro monopolio de la izquierda: el de fijar siempre el umbral de lo que es anecdótico, de lo que es aceptable, de lo que es inmoral. 

En 2017, cuando a Rajoy le tocó lo del ébola, los enemigos del PP impusieron duelo nacional por un perro. Con la pandemia que ellos gestionaron se negaron a declararlo por la muerte de decenas de miles de personas. Lo mismo pasa con la memoria. Hay que olvidar a ETA y recordar a Franco. Ignorar las checas pero condenar a Pizarro. O con las amenazas. Se nos pide aflicción por un chiste contra Montero o por la famosa pintada contra Iglesias en una carretera de Asturias, pero Echenique se ríe sin consecuencias de la pedrada en la sien que le dieron a Rocío de Meer en aquel comentario del ketchup.

Hay infinidad de ejemplos, pero vayamos al último. Puede que esto me haga un antisistema conspiranoico y peligroso, pero si me jugara mis ahorros apostaría por el montaje en lo de los sobres con balas. Estoy seguro de que muchos votantes de izquierdas harían lo mismo. 

Y no digo esto por que no haya en la derecha indeseables capaces de desearle la muerte a Marlaska o a Iglesias, sino porque es muy difícil creer al que ha mentido en todo. Y porque las circunstancias en las que aparecen las balas encajan con la estrategia de la tensión que la izquierda no ha dejado de aplicar desde que Zapatero se la describiera a Iñaki.

El sobre de las balas llega después de mil amenazas al PP, a Ciudadanos y a Vox, después de unas pedradas en Vallecas que les parecieron naturales a todos. ¿Por qué Vox, que tampoco acaba de creerse esta amenaza, habría de fingirse conmovido? ¿Para cumplir con qué estándares?

Cuando la derecha era el PP, estábamos acostumbrados a actuar como si el adversario respetara las normas y el árbitro fuera imparcial. La izquierda (es decir, los adversarios y el árbitro) determinaba el punto en que algo pasaba de castaño oscuro, los grados a los que hervía el agua y las líneas que no se podían traspasar. Ellos decidían de qué nos podíamos reír, qué había de alarmarnos, con qué habíamos de compungirnos. Y la derecha reclamaba algo más de coherencia, sí, pero se compungía siempre que tocaba. (Yo mismo he caído en esas trampas, como demuestra este artículo que escribí hace años para El Mundo).

Eso se ha acabado con Vox, que además de amenazar el monocultivo izquierdista entre los pobres le ha quitado a la izquierda el monopolio del mando con el que se le sube el volumen a la tele. Igual que aquel célebre “exprópiese” se convirtió en símbolo de la fiebre confiscatoria de Chávez, el final de la sumisión al bullying que, a través del moralismo o de la violencia, ha venido ejerciendo la izquierda queda encapsulado en el “levántese y lárguese” de Monasterio a Iglesias.

Otro imperativo que podría hacer historia lo formuló horas después del fandango en la SER el eurodiputado Buxadé de Vox. “¡Investíguese!”, escribió en Twitter en referencia a la decisión de Vox de personarse como acusación particular para que se esclarezca quién envió esos sobres. La iniciativa de Vox urge a las autoridades competentes a encontrar al culpable y hacer que pague. Si llega a buen puerto, determinará entre otras cosas si Iglesias tiene razón de sospechar de la Policía o si la tenemos nosotros al sospechar de un montaje. Así pues, “¡investíguese!”, que se sepa la verdad y que paguen los culpables.

(Y si quieren, otro día hablamos de lo de la navaja).

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