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Marcel Gascón Barberá

Quince puñaladas a Occidente

El atentado quedará como un símbolo poderoso y trágico de la vulnerabilidad de los valores que definen a Occidente ante el fundamentalismo criminal de sus enemigos

El atentado quedará como un símbolo poderoso y trágico de la vulnerabilidad de los valores que definen a Occidente ante el fundamentalismo criminal de sus enemigos
El escritor Salman Rushdie en un acto en marzo de 2020. | Cordon Press

Salman Rushdie fue acuchillado este viernes mientras hablaba en un acto público celebrado cerca de Nueva York. Cuando escribía estas líneas no habían trascendido detalles sobre las heridas que le causó el individuo que le apuñaló una quincena de veces en el cuello y otras partes del cuerpo.

Pero la brutalidad del ataque contra el escritor de 75 años, y las imágenes de Rushdie siendo llevado en camilla al helicóptero que le ha transportado al hospital, invitan a la preocupación.

Mientras esperamos información sobre su pronóstico, podemos decir ya que el atentado quedará como un símbolo poderoso y trágico de la vulnerabilidad de los valores que definen a Occidente ante el fundamentalismo criminal de sus enemigos, pero también de su actualidad y superioridad.

En primer lugar por la identidad de la víctima. Desde que se atreviera a utilizar a Mahoma y al Corán como material literario para una de sus novelas (Los versos satánicos, 1988), el escritor angloamericano de origen indio ha vivido bajo la constante amenaza de los fanáticos musulmanes que quieren hacerle pagar por su blasfemia.

Rushdie, contra el que el ayatolá Jomeini dictó una fatua en la que instaba a los creyentes musulmanes a asesinarle, pudo seguir viviendo y escribiendo en libertad, aunque siempre protegido por las autoridades, en Occidente, primero en el Reino Unido y después en Estados Unidos.

La reacción de editores, intelectuales, políticos y gobiernos a las presiones de los integristas para que se censurara a Rushdie ha servido durante las últimas tres décadas de piedra de toque para determinar la autenticidad de su compromiso con la libertad de expresión.

El apuñalamiento de Rushdie se ha producido, además, en una feria de la Chautauqua Foundation que se extiende durante todo el verano y en la que escritores e intelectuales debatían sobre democracia, derechos humanos, crecimiento personal y aspectos de la experiencia humana como el miedo y la fascinación por la oscuridad o nuestra relación con la naturaleza.

Al ser atacado, el autor de Los versos satánicos participaba en un coloquio sobre Estados Unidos como país de acogida para escritores y artistas perseguidos en sus países, como era el caso del propio Rushdie.

El acuchillamiento múltiple del escritor llega días después del arresto en Estados Unidos de dos supuestos sicarios iraníes. Uno de ellos es sospechoso de haber recibido 300.000 dólares de los ayatolás para que asesinara a John Bolton cuando éste era consejero de Seguridad Nacional de Trump. El otro fue detenido mientras merodeaba con un rifle cargado junto al domicilio en Brooklyn de la activista opositora exiliada Masih Alinejad.

Sea o no obra de Irán, el espectacular intento de asesinar a Rushdie debe valerle a Occidente para reafirmarse en la defensa y promoción de unos valores que siguen siendo preferibles desde todos los puntos de vista a los de sus enemigos.

Ante la estupidez empobrecedora y suicida de la religión woke viene tomando fuerza un nihilismo de derecha que ha empezado a confundir los principios liberales occidentales con la caricatura que ha hecho de ellos la izquierda posmoderna.

Aunque desiguales, a favor de lo woke, en predicamento y presencia en las instituciones, ambas actitudes debilitan a las democracias liberales en beneficio de quienes quieren someter a otros países o liquidan a discrepantes.

En Ucrania, Oriente Medio y el Estrecho de Taiwán, pero también en las calles de Brooklyn o en el auditorio en el que hablaba Rushdie, los totalitarios nos recuerdan cada día que ellos sí tienen muy claros sus objetivos y no se detendrán porque nosotros optemos por la frivolidad y el escapismo.

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