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Mario Noya

Barack Obama y los negros

A Barack Obama le van a votar todos los negros, adelantan las encuestas. Sí, bueno, normal, lo lógico. Pues no. No es bueno, no es normal, no es lógico.

A Barack Obama le van a votar todos los negros, adelantan las encuestas. Sí, bueno, normal, lo lógico. Pues no. No es bueno, no es normal, no es lógico.

A Barack Obama le van a votar todos los negros, adelantan las encuestas. Sí, bueno, normal, lo lógico.

Pues no. No es bueno, no es normal, no es lógico.

No es bueno que, en una democracia liberal como la norteamericana, los negros voten por un candidato por el mero hecho de que sea negro. No es bueno, no. Es, de hecho, muy malo.

No. El célebre reverendo re-pu-bli-ca-no soñaba con vivir en un país de hombres libres, iguales en derechos y deberes, en el que la raza no fuera un estigma... pero tampoco una correa ni una patente de corso. Para Martin Luther King, los Estados Unidos de América eran la Ciudad sobre la Colina, no Atapuerca.

(Por cierto, no todos los norteamericanos tienen a Obama por el primer presidente negro. Para la vaca sagrada de las Letras negras Toni Morrison fue Bill Clinton. Para el actor negro Morgan Freeman... aún no ha advenido: porque, mire usted, la mamá de Obama era blanquísima...).

  • Es que Obama, además de negro, es demócrata. Y ya se sabe que los demócratas y los negros...

No. No se sabe. O se sabe pésimo. Ayer, el demócrata fue el partido de las tres eses: slavery, secession, segregation, según ha recordado la negra Frances Rice, que milita en el partido que combatió la esclavitud, la secesión y la segregación. El republicano. Al que, por cierto, pertenecían el primer senador negro (Edward Brooke) y el primer gobernador negro después de la Reconstrucción (Douglas Wilder).

Hoy, el demócrata sigue siendo un s-word party; pero esta vez es la s de socialista. Las políticas socialistas, tan del gusto allá de los liberals y, claro, de los leftist y los progressives, tan paternalistas ellas (¡y ellos!), tan irresponsables, han traído la devastación a la comunidad negra. "Cuando los negros despertemos y nos demos cuenta de lo que la izquierda nos ha hecho, la actual revolución republicana [el Contrato con América de Newt Gingrich y compañía] va a parecer un happening de los boys scouts", escribió el impagable Walter Williams... en 1995. (Por cierto, no dejen de leer su Race and Economics, de este mismo 2012, que reseñé aquí mismo hace unos meses).

No. Claro que no. Hay que tener mucho cuajo o muy poca vergüenza para decir eso, y unas tragaderas de hipopótamo para embaulárselo.

A los norteamericanos les ha ido mal con el presidente Obama. Y a los norteamericanos negros, peor. En 2005, los blancos tenían un patrimonio doce veces superior al de los negros; hoy (2010), los 110.729 dólares que atesoran los blancos multiplican por veintidós los 4.955 que a duras penas consiguen reunir los negros. En los últimos tres años, el ingreso medio de los hogares negros ha caído un 11%, más del doble de lo que lo ha hecho el de los blancos (5%). Antes de que Obama se instalara en la Casa Blanca, el paro entre los negros era del 12,7% y el de los blancos, del 7,1; hoy, el de éstos es del 7,4% (+ 0,3) y el de aquéllos, del 14,1 (+ 1,4). Nadie padece más la lacra del desempleo que los negros.

"El primer presidente afroamericano de la nación no ha hecho mucho por los afroamericanos", sentencia David J. Lynch justo antes de presentar esos datos. Sí, sí ha hecho. Mucho. Pero malo. Muy malo. O, efectivamente, ha dejado de hacer. Pésimo. Por lo que los negros siguen lidiando con los mismos problemas: pobreza, criminalidad pavorosa, fracaso escolar (representan el 17% del alumnado... pero el 42% del de las peores escuelas del país, según recordó Mitt Romney en su extraordinario discurso ante la Asociación para el Avance de las Personas de Color)... Con Obama, según parece, los negros han pasado de vivir en Guatemala a hacerlo en Guatepeor.

  • Es que ha sacado adelante la reforma sanitaria, y ahora, como él mismo ha dicho, los negros (y los hispanos) por fin van a saber qué es tener una buena atención médica.

"No, Sr. Obama, el Obamacare castigará a los negros y a los hispanos", le ha respondido Merrill Matthews en un artículo demoledor. Los negros (y los hispanos), "desproporcionadamente perjudicados por sus fracasadas políticas económicas", se verán condenados al pésimo Medicaid, y el encarecimiento del factor trabajo (como consecuencia de la obligación que tienen las empresas con cincuenta o más empleados de asegurar a sus trabajadores) los hará sufrir aún más los embates del paro.

Ah, eso es otra cosa...

¡Pues tendrán que encomendarse a San Agustín! "Nos son dados los herejes para que no nos quedemos en la infancia", dijo el de Hipona. Porque cuestionan. Porque disputan. Porque, con sus desafíos, permiten formular definiciones para formar "una fe organizada".

Los negros que pretendan afirmarse en la ortodoxia demócrata harían bien en escuchar a sus herejes. O sea, a los que acusan a Obama de no haber cumplido las expectativas depositadas en él; de no hacer más por los negros que otros presidentes demócratas –¡incuso de hacer menos!–; de no ser "necesariamente conocido por su lealtad". Tienen mucho que decir. Y sustancioso.

Pero harían aún mejor en atender a los blasfemos, a los infieles que niegan que Obama sea Dios, ni siquiera su Profeta. Negros brillantísimos como el ya citado Walter Williams, como Larry Elder, como Thomas Sowell. Que sueñan y encarnan el Sueño Americano y no la pesadilla de Barack Obama sénior, padre del hijo, campeón del tercermundismo resentido.

El día que los negros norteamericanos despierten. Ese día...

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