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Mario Noya

Con qué sueña Obama

Dinesh D'Souza dice que el sueño de Barack Obama es el sueño de Barack Obama sénior. Y en ese sueño a Estados Unidos le va mal, muy mal.

Dinesh D'Souza dice que el sueño de Barack Obama es el sueño de Barack Obama sénior. Y en ese sueño a Estados Unidos le va mal, muy mal.

"Mi marido conoce el sueño americano", ha perogrullado ante su feligresía Michelle Obama. Ya, sí, venga, el aplauso, oooh... Oh, wait!, que igual ahí hay más chicha que en las caderonas de la Primera Dama. Claro que lo conoce, pero... ¿le gusta? (Y a ti, Michelle, ¿te gustan los Estados Unidos?).

Dinesh D'Souza dice que no. Dinesh D'Souza dice que el sueño de Barack Obama es el sueño de Barack Obama sénior. Y en ese sueño a Estados Unidos le va mal, muy mal.

Dinesh D'Souza también conoce el sueño americano. De hecho, lo encarna. Y se tiene por la antítesis de Obama. Él, asegura, es un chico del Tercer Mundo (Bombay, la India, 1951) que quiso abrazar el sueño americano y lo consiguió: fue asesor de Ronald Reagan y es uno de los intelectuales conservadores más influyentes. El presidente, en cambio, sería un chico norteamericano (Honolulu, Hawai –sí sí sí, he was born in the USA!–, 1961) que se propuso materializar el ideario tercermundista de su padre... ¡y en ello estaría!

D'Souza no habla a humo de pajas. Ha mirado y remirado la vida y la obra de Obama, seguido sus pasos por Hawai, Kenia, Indonesia, Chicago, Massachusetts, la Casa Blanca, entrevistado a unos y a otros, y los frutos de su trabajo los ha plasmado en dos libros imprescindibles pero por desgracia no traducidos al español –los del presidente sí, claro; ¿y los cagarros de Michael Moore? ¡Hasta en bolsillo, oiga!–: The roots of Obama's rage y Obama's America. Este último es recentísimo, está disponible en Amazon desde hace dos o tres semanas... y además es una película, que de fijo tampoco verán nuestros ojos ni jalearan los progres de Hollywood.

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"El hombre más peligroso de América vive en la Casa Blanca", sentencia D'Souza en Obama's America. Lo será mientras siga ahí, advierte, pero sólo mientras siga ahí, acota. Por eso urge desalojarlo, apremia. Porque su objetivo es desamericanizar América, capitidisminuirla, empobrecerla. Hacerla expiar sus culpas.

Barack Obama tiene un sueño: cumplir los sueños de su padre, Barack Obama Sr., un soberbio keniata resentido que abandonó a su hijo que tanto le quiere cuando éste era un crío y que dedicó su vida a aparearse con mujeres a las que luego de maltratarlas dejaba tiradas, a beber hasta perder el control –y literalmente la vida– y al tercermundismo anticolonialista y sociata. Una joya.

En su cabeza turbulenta bullían todos los clichés y dogmas de la referida corriente ideológica: Occidente es culpable; Occidente es rico porque nosotros somos pobres; Occidente agrede, depreda y roba; Occidente y el capitalismo son el Mal; el Tercer Mundo y el socialismo son el Bien.

Obama Jr. no es Obama Sr. El presidente no es socialista, afirma D'Souza. El presidente no odia a América, pero la quiere transformar radicalmente, dejarla que no la reconozca ni la madre que la parió, que diría nuestro constitucionalista de cabecera. Porque cree que América sí es culpable. De ser tan grande y próspera. De la miseria que asuela otras partes del globo. De tantas guerras. Así que tiene que desamericanizarse, capitidisminuirse, empobrecerse, replegarse y expiar sus culpas. Por eso él gobierna como gobierna: cruje a las clases medias pero sin partirse el pecho por las bajas (al fin y al cabo, si aplicamos baremos planetarios –miss you, Leire!–, forman en las filas de los privilegiados), desbarata las cuentas públicas y pone el país en manos de acreedores tan poco fiables (¡y geoestratégicamente hostiles!) como China, cortocircuita la política energética norteamericana mientras permite a otros potenciar las suyas... ¡con dinero norteamericano! y, en el exterior, desaira o deja caer a los amigos (Israel, Egipto), deja hacer o incluso implícitamente da alas a los enemigos (Irán, Siria) y, a replegarse tocan, convierte victorias en formidables derrotas (Irak y Afganistán).

D'Souza considera que Obama ha alcanzado su objetivo en un 40%; la cifra no es arbitraria, sino el retroceso que ha experimentado la riqueza de los norteamericanos en los últimos cinco años, los cuatro de Obama y el infausto último de Bush. Si consigue un segundo mandato, el 100 lo tendrá al alcance de la mano y los Estados Unidos de América dejarán de ser lo que son.

El sueño cumplido de Barack Obama, hijo de su padre, haría trizas el de Dinesh D'Souza, el indio que dio dos vivas al colonialismo y sigue viendo en los USA un Imperio de ideales, el Imperio de la Libertad:

Para mí, ver a América hundirse, encogerse, apagarse sería como ver colapsar mis ambiciones juveniles, invalidada mi decisión de venir a América, defraudado mi amor de siempre por América. Yo no quiero que eso suceda. Tengo fe en el buen juicio de los americanos, y creo que si la mayoría de la gente comprendiese quién es verdaderamente Obama, no le concedería un segundo mandato. Antes no le conocíamos; ahora, sí.

Ya no hay excusa para las veneraciones y las charlottadas, advierte D'Souza: el próximo 6 de noviembre sería el punto de no retorno en la era de Barack el Destructor, el solo hombre que en sólo ocho años podría acabar con el sueño que costó más dos siglos materializar.

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