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Mario Noya

Panfleto (de derechas) contra Trump

Es "la Paris Hilton de la política", un ignorante niñato de papá con más quiebras que vergüenza que encarna una "tendencia profundamente antiliberal".

Es "la Paris Hilton de la política", un ignorante niñato de papá con más quiebras que vergüenza que encarna una "tendencia profundamente antiliberal".
Wikipedia

Encounter Broadsides, de Encounter Books, es una colección de panfletos liberal-conservadores pensada para aportar "munición" de grueso calibre al "debate serio" de cuestiones fundamentales. Ha publicado por el momento 46 textos, 20 de los cuales tienen a Obama en la mira desde el mero título: La traición de Obama a Israel, Cómo Obama está quebrando la economía de EEUU, Obama y la plaga del sector público americano, Cómo Obama está poniendo en peligro nuestra soberanía nacional, Obama está gestionando mal la guerra contra el terror y por ahí seguido. Ahora, por primera vez, ha dedicado una de sus andanadas a otro político. Un político del ámbito liberal-conservador.

Su nombre es Donald Trump.

The Case Against Trump lo firma Kevin D. Williamson, de la muy influyente National Review, autor de la muy recomendable Guía políticamente incorrecta del socialismo y más de derechas que el grifo del agua fría. Quede claro, pues, que este juicio sumarísimo contra la bestia negra de la izquierda yanqui no lo ha dirimido ningún juez esquerdento: mejor le hubiera ido en ese caso al del ¿peluquín?, porque le hará mucho más daño esta demoledora manta de palos; por aquello de que no hay peor cuña que la de la misma madera.

De seguro en este punto negaría la mayor Williamson, pues a su vitriólico juicio Trump no es más que un oportunista de la peor especie que ha compartido agenda política con Charles Schumer, Nancy Pelosi y su ahora enemiga Hillary Clinton y que aún hoy está mucho más cerca de socialistas a lo Bernie Sanders en cuestiones como el libre comercio y la inmigración que de nada o nadie que pueda ser "plausiblemente descrito como conservador en el contexto americano". Trump, sentencia Williamson, es "la Paris Hilton de la política", un ignorante niñato de papá con más quiebras que vergüenza que encarna una "tendencia profundamente antiliberal" y que, advierte, puede causar estragos en los Estados Unidos de América.

Su proyecto estrella, la erección de un muro a lo largo de la entera frontera con México, es especialmente delirante, se indigna Williamson: ¿va a alicatar de hormigón los 3.185 kilómetros saturados de ríos, cañones, montañas y desiertos que separan San Diego (California) de Brownsville (Texas)? ¿Y pretende además que lo paguen los mexicanos de los dos lados de la raya! Tras la tremenda crisis diplomática con el tercer socio comercial de EEUU y la estupefaciente confiscación orwelliana, el problema formidable de la inmigración ilegal (al menos 11 millones de personas y, por supuesto, subiendo) seguiría ahí; pues, anota Williamson, el grueso de los ilegales ingresa legalmente en el país: por los aeropuertos que no dan premios de fotoperiodismo ni ceban el discurso jingoísta de sujetos como Trump, enemigo feroz del libre comercio que –no deja un segundo de fustigarlo Williamson– encarga su merchandising a los chinos.

Kevin Williamson no tiene pruebas de que Donald Trump sea un maldito racista, pero las tiene a espuertas de que lo jalean turbas de malditos racistas: white trash que le pone el correo perdido de basura sobre la mujer mexicana de Jeb Bush y aplaude con las orejas al repugnante antisemita de David Duke. Sí las tiene, en cambio, de su pésimo historial como hombre de negocios y –como todo el universo mundo– de su chulángana gañanería: he aquí su big asset, sostiene Williamson; un gran activo devenido tóxico a medida que el showbiz del que se nutre empieza a hacerle el vacío.

El histérico populista nativista que pretende amurallar la Tierra de los Libres quiere ser el halcón del Partido Republicano, pero buena parte de sus hooligans prefieren que sea su sepulturero, afirma Williamson, que en el punto final alerta: el "cretino de tabloide" puede acabar con eso, el Grand Old Party de Ronald Reagan, su exacto opuesto, y con "mucho más que eso".

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