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Mark Steyn

Expandir la guerra

Psicológicamente, a los ojos del mundo, Irak no es en este momento suelo "extranjero" sino norteamericano. De modo que la administración debería llevar su lema a su lógica conclusión: pasemos a la ofensiva en territorio enemigo.

Eli Lake, del New York Sun, publicó el otro día una noticia interesante acerca de varios documentos iraníes descubiertos recientemente en Irak. Según un funcionario de Inteligencia de Estados Unidos, los documentos escondidos confirman que "Irán está trabajando íntimamente tanto con las milicias chiíes como con los grupos yihadistas sunníes".

¿Entendido? En la presunta "guerra civil" sunní-chií de Irak, Irán ha marcado las dos casillas. A priori, no tiene mucho sentido, si por "sentido" usted se refiere al "realismo" inteligente de la política exterior a la antigua usanza del tipo del Iraq Study Group. Recordará usted que Messrs Baker, Hamilton y compañía nos garantizaron que Irán tenía "interés en evitar el caos en Irak". Está claro que Irán no opina lo mismo.

Y lo que están haciendo sugiere una visión de la situación concebida con mayor claridad que la que el colectivo irreal del realpolitik de Washington pueda proponer. ¿Por qué apoyaría el Irán chií a los sunníes iraquíes que matan iraquíes chiíes? Pues porque Irak no trata de Irak. Trata de Estados Unidos.

Los mulás sí que lo entienden, por más que todo el Partido Demócrata y la mitad de los republicanos no lo hagan. Irán tiene interés en que la empresa norteamericana en Mesopotamia termine en un fracaso tan estrepitoso, por no decir traumático, que Washington se retire de la región. De modo que, a tal fin, han montado una guerra a distancia. Hubo un tiempo en el que toda pequeña rencilla sobre este planeta era una guerra a distancia: los soviéticos tenían a su hombre en el norte de Piradostán, y Occidente tenía a su hombre en el sur de Piradostán, y se ponían manos a la obra y uno de ellos salía victorioso. Pero, desde que acabó la Guerra Fría, parece que hemos perdido nuestro talento para elegir bando en ese tipo de conflictos, de modo que los iraníes nos han ahorrado problemas eligiendo ambos.

Durante tres años, los progres estuvieron asegurándonos que había "una guerra civil" en Irak y los iraquíes continuaron rehusando presentarse a ella. Entonces los iraníes decidieron ponerse serios y les da lo mismo si son los iraquíes chiíes los que matan a iraquíes sunníes o al contrario. En la práctica, una "guerra civil" de verdad en Irak terminaría muy pronto: no hay muchos sunníes, y los chiíes podrían encargarse de ellos rápida y desagradablemente. De ahí el enfoque impecablemente bipartidista de Teherán.

Irán entiende perfectamente algo que cada vez menos mandamases de Washington comprenden: Irak es un frente de un conflicto mayor. En estos días, dedicamos una cantidad extraordinaria de tiempo a obsesionarnos con minucias del escenario interno iraquí, como los méritos de este o aquel partido en comparación con esta o aquella milicia, o hasta qué grado un parlamentario soporta las presiones de un clérigo sin especificar. Deberíamos entender, como entienden los iraníes, que nuestra estrategia en Irak tiene que servir para impulsar nuestros objetivos en la guerra general. De modo que, por ejemplo, incrementar la cifra de efectivos será un desperdicio si Washington termina adoptando el papel en que los iraníes le han colocado: el tercero en discordia atrapado en mitad de una lucha sectaria sin fin. Así se puede estabilizar Bagdad, pero no por mucho tiempo. Incrementar la cifra de tropas solamente sería útil si permite avanzar en la dirección de nuestros intereses generales.

Colin Powell enmarcó célebremente su consejo sobre Irak en términos de tienda de cerámica: si lo rompes, te lo quedas. Pero, como señalo en mi libro, tras la caída de Saddam nuestros enemigos concluyeron lo contrario: dado que no teníamos lo que hay que tener para romperlo, no éramos los dueños. Al estar dispuesto a suministrar a los grupos terroristas sunníes los medios necesarios para destruir mezquitas chiíes, Irán está manifestando tener las agallas para romper Irak, y bien podría terminar quedándoselo.

Estados Unidos, por supuesto, realmente no puede "romper" Irak: lucha con una mano a la espalda, sujeta no solamente por la ONU, los medios y compañía, sino por su propia consideración de sí mismos como democracia civilizada. Por tanto, cualquier incremento de tropas con el objeto de sostener una política defensiva será transitoria por definición. No se puede doblegar a este enemigo luchando contra sus títeres en Bagdad y Al Anbar.

A riesgo de pasar toda la columna citándome, voy a volver a repetirme. En el verano del 2002, Amr Moussa, Secretario General de la Liga Árabe, advirtió a la audiencia de la BBC que una invasión norteamericana "amenazaría toda la estabilidad de Oriente Medio". Yo escribí: "No lo ha pillado: ése es precisamente el motivo por el que es tan buena idea". Invadir Irak tenía sentido porque suponía la mejor manera de seccionar la pústula infectada de la estabilidad regional. Parecemos haber olvidado eso. Los iraníes no. Están en guerra contra nosotros, pero se reservan el derecho a elegir el tipo de guerra que les funcione mejor. Para ellos sería un desastre entablar batallas con tanques, bombardeos navales o ataques aéreos, porque perderían rápidamente. Pero las insurgencias asimétricas les encajan como un guante, porque es la clase de guerra que machaca a una superpotencia.

No estoy defendiendo un bombardeo inmediato de Teherán. Pero Irán tiene un montón de delegaciones: algunas son fuertes, algunas no. Siria es una delegación débil a la que sin embargo se le ha permitido devastar el Irak post-Saddam durante casi cuatro años. El argumento defendido por George W. Bush –estamos luchando contra ellos allí para que no tengamos que luchar contra ellos aquí– es bueno: siempre es mejor emprender la guerra en territorio extranjero. Pero, psicológicamente, a los ojos del mundo, Irak no es en este momento suelo "extranjero" sino norteamericano. De modo que la administración debería llevar su lema a su lógica conclusión: pasemos a la ofensiva en territorio enemigo, de modo que no tengamos que defendernos en el nuestro. Si Irán puede manipular a ambas partes de una "guerra civil" a nuestro lado de la frontera, ¿por qué no podemos nosotros darles problemas en el suyo?

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