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Mark Steyn

¿Ganar o perder?

El odio a Bush es estúpido, parroquiano y ridículamente simple: la historia sigue su curso y el colectivo anti-Bush, mientras tanto, se obstina en sostener el telescopio al revés.

Participaba en C-SPAN la otra mañana y una mujer llamó para quejarse porque yo hacía que le subiera la tensión. El motivo es el de siempre. El presentador, Paul Orgel, me había preguntado lo que pensaba del presidente Bush y yo respondí que, cualquiera que fueran mis diferencias con él en esto o lo otro, creía que era uno de los políticos más visionarios de Washington. Es decir, ha mirado por detrás de lo evidente para contemplar un mundo en el que un Islam radicalizado ha exportado sus patologías a los cuatro puntos cardinales de la Tierra, en el que Irán y otros países de mentalidad similar han extendido el chantaje nuclear a cualquier parte dentro del alcance, y en el que una docena más de jurisdicciones de pirados dependientes de manera crónica de la ayuda exterior se han unido a Pyongyang y Teherán como almacenes Nukes R Us para todas las necesidades terroristas.

En el 2020 nadie va a preguntarse por el nombre del becario del Congreso al que perseguía Mark Foley. Excepto Mark Foley, que para entonces estará ya un poco mayor. Pero si realmente, como dicen los demócratas, lo que importa es "el futuro de nuestros hijos", entonces nuestros hijos querrán saber por qué una generación que veía lo que ocurría no hizo nada al respecto. Nos despreciarán igual que nosotros despreciamos a la clase política de los años 30. Y el hecho de que aprobáramos un gran plan de recetas médicas será un parco consuelo cuando todo el planeta sea un insoportable quebradero de cabeza.

La mujer que llamó a C-SPAN pensaba que esa visión de Bush era ridícula. Y aunque yo me empleé a fondo en rebajar su tensión arterial, honestamente no puedo decir que tuviera éxito. Pero suponga que la pandilla de la pegatina "Cualquiera menos Bush'' se saliera con la suya; suponga que Cheney, Rummy, él, y todos los demás belicistas menores incluyendo a un servidor se vaporizaran dentro de 20 segundos. ¿Entonces qué?

Nada, eso es el qué. La jihad está aún ahí. Kim Jong Il está aún ahí. Los proyectiles nucleares iraníes aún están ahí. La maliciosa subversión islamista continúa imparable, desde sureste de Asia a los Balcanes pasando por el norte de Inglaterra, día tras día. Y una mañana conectas la televisión y el humo y las llamas están a este lado del Atlántico, para gran sorpresa de la presidenta Rodham. El odio a Bush es estúpido, parroquiano y ridículamente simple: la historia sigue su curso y el colectivo anti-Bush, mientras tanto, se obstina en sostener el telescopio al revés.

"Nos encontramos en esta enorme lucha ideológica", decía el presidente dos días después. "Me cuesta creer que la gente no se tome a estas personas en serio". Estaba sentado en el Despacho Oval con un puñado de columnistas, incluyendo el que suscribe. A riesgo de hacer que explote la cabeza de la mujer que llamó a C-SPAN, fue un gran honor. No fui el único extranjero en la sala: había un busto de Winston Churchill, junto con los de Lincoln y Eisenhower. Un presidente de guerra, un primer ministro de guerra, un general de guerra.

Bush se mostró enérgico e informado, y parece que se desenvuelve mejor en pequeños grupos de corresponsales puntuales de la Casa Blanca que en el soso vodevil electrónico con Helen Thomas, David Gregory y los demás asiduos. (Puede juzgar por usted mismo: Michael Barone ha colocado la grabación entera en la página web del U.S. News & World Report). Despreció la idea de que acudir a Irak había servido solamente para "reclutar" más terroristas para la causa. (El general Pace me dijo la semana pasada que, en cualquier caso, las pruebas lo que dicen es que Irak ha atraído a un buen número de jihadistas veteranos que, de otro modo, estarían volándose por los aires en Afganistán y otros lugares.) La opinión del presidente es que antes de que estuviera Irak, estaba Israel; con estos tíos, siempre hay algo. En ocasiones es Timor Oriental -- que solía ser la izquierdista cause du jour. Y, comentando inteligentemente la interminable lista de agravios islamistas, Bush concluía con un exasperado: "cuando no son las cruzadas, son las viñetas". Eso sería un gran eslogan: encapsula simultáneamente la incapacidad de los islamistas para avanzar de milenio, además de su tendencia a encontrar nuevas e instantáneas "causas objetivas" para sentirse agraviados, con su profunda falta de proporción.

"Necesitamos estar a la ofensiva todo el tiempo", dijo el presidente. Señalé que, cuando el ejército está obviamente a la ofensiva –liberando Afganistán, derrocando a Saddam– el pueblo norteamericano le respalda. Pero que es difícil ver dónde está la ofensiva en lo que la mayor parte de la audiencia de la televisión ha reducido a una política semicolonial desagradecida sin final a la vista. ¿Qué tal algo más de ofensiva? Siria lleva tres años subvirtiendo Irak. ¿Por qué no devolver el favor?

"Estamos a la ofensiva", insistió, sonando en ocasiones tan frustrado como nosotros los columnistas de que el momento crucial se haya (en palabras de Charles Krauthammer) "atascado en diplomacia". Aún así, fue una conversación distinta a la mayor parte de los encuentros de Bush con la clase político-mediática. Me encontraba casualmente promocionando mi libro en un programa de radio local esta semana justo mientras el demócrata "conservador" de Minnesota se unía al rebaño de burros en estampida que explican el motivo por el que ahora rehusaban reconocer su voto a favor de la guerra de Irak. Que patética visión. No es una cuestión de si estas "a favor" o "en contra" de una guerra. Una vez que estás en ella, la elección es ganarla o perderla. Y si usted argumenta en favor de lo que a la mayor parte del mundo le parecerá la segunda opción, haría mejor en entender cuáles son las consecuencias. En este caso, en la práctica, pondría fin al momento estadounidense.

¿Molesta eso a la gente? Bush dijo algo, en passant, a lo que di vueltas detenidamente todo el camino a casa. Preguntado acerca de las cifras de las encuestas, decía que el 25% de la población siempre está en contra de la guerra, de cualquier guerra.

Eso suena preciso. Y es algo preocupante. Es cierto que si tropas de asalto canadienses estuvieran atacando desde distintas posiciones a lo largo del Paralelo 49, o si barcos de guerra de las Bahamas estuvieran disparando a mansalva contra la costa de Florida, parte de ese 25% cambiaría de opinión, aunque para entonces sería algo tarde. Pero, dado que es altamente improbable que Estados Unidos afronte ese tipo de guerra en un futuro probable, esa objeción del 25% a las únicas guerras que pueden llegar a declararse es bastante desconcertante.

El inestimable Brussels Journal traducía recientemente un artículo del escritor Oscar van den Boogaard, en el periódico belga De Standaard. "Humanista" homosexual danés (que es algo así como el triunvirato de lo euroguay), Van den Boogaard reflexionaba acerca de la acelerada islamización del continente y concluía que el engaño de la Europa que adoraba había quedado en evidencia. "Yo no soy un guerrero, pero ¿quién lo es?", reconocía. "Nunca he aprendido a luchar por mi libertad. Yo sólo era bueno disfrutándola".

Demasiados de nosotros sólo somos buenos disfrutando de libertad. Ese 25% de "la guerra nunca es la respuesta" dice en esencia que no hay nada de Estados Unidos por lo que valga la pena luchar y que, en última instancia, la supervivencia de su sociedad es una apuesta a la amabilidad de extranjeros, es decir, a la bondad natural de Kim Jong Il y los mulás y Al Qaeda y lo que el presidente llamaba "sucedáneos de Al Qaeda y copias de Al Qaeda" y cualquier combinación nuclear de lo anterior que se presente. Algunos de nosotros no creemos que sea una buena apuesta, y pensamos que el colectivo de "los brazos son para abrazar" de Estados Unidos necesita un baño de realismo. Es probable que los brazos de Van den Boogaard practiquen mucho menos su forma predilecta de abrazo en el ocaso europeo.

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