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Martín Krause

Armonización absurda

En momentos en que se debate seriamente acerca del camino a elegir en materia de integración comercial, existe una clara competencia entre la preferencia de algunos en profundizar el Mercosur y la de otros en profundizar el ALCA, el proyecto de integración entre Argentina y Brasil, pero asombran los temas tratados por los funcionarios.

Cuando deberían estar tratando de eliminar rápidamente todas las barreras al movimiento de dinero, capitales y personas, los vemos más bien discutiendo la “armonización” de normas en diferentes niveles, si es que no están ocupando su tiempo y dedicando sus reuniones a cuestiones como el pollo o los embutidos. El objetivo de eliminar barreras es permitir ampliar la competencia, al extender los límites del mercado impuestos por las fronteras. Pero los políticos no quieren estar sujetos a competencia, ya que de la misma forma que compiten distintos productos en el mercado, también lo hacen distintos marcos institucionales, lo cual determina en buena parte que los recursos económicos se dirijan a un lado o a otro.

A nadie le gusta la competencia, menos a los políticos; ellos prefieren “armonizar”, lo cual es el equivalente a ponerse de acuerdo en un mercado para establecer ciertas condiciones, lo cual termina convirtiéndose en un cartel. El Mercosur ha puesto como su claro objetivo esa armonización. Pero eso conduce a situaciones ridículas, como por ejemplo la que técnicos de Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile y Bolivia se reunirán en abril para concluir la primera etapa del proyecto de Índice de Precios al Consumidor armonizado del Mercosur, cuyo objetivo principal será “medir la inflación del bloque”.

“Medir la inflación” es medir el deterioro del poder adquisitivo de una moneda. La pregunta que se plantea es cómo ha de lograrse tal cosa cuando estamos hablando de una región que utiliza siete monedas distintas: las de los seis países, además del dólar norteamericano. Suficientes distorsiones se introducen ya cuando se intenta medir la inflación en un país y con una sola moneda porque precisamente el principal daño que ocasiona la inflación no es el aumento de un determinado nivel general de precios, sino la distorsión que trae en los precios relativos; es decir que unos aumentan más que otros, ya que el nuevo dinero creado por el banco central no cae como del cielo en cada lugar por igual, sino que va ingresando en la economía poco a poco y por determinados lugares, frecuentemente para pagar el gasto del estado.

Así es que ese índice no tiene ninguna utilidad. Ni siquiera puede decirse que sea sencillo hacerlo. Precisamente, los funcionarios están preocupados por la complejidad del asunto. La representante brasileña, por ejemplo, ha manifestado lo difícil que fue incluir a la carne entre los productos a ser seguidos: “como los cortes son diferentes en cada país, hicimos diseños de vacas hasta que encontramos las partes que podían ser consideradas equivalentes”.

Es triste darse cuenta que allí es donde va a parar el dinero de nuestros impuestos. Los funcionarios de varios países se van a reunir en algún lujoso hotel para estudiar dibujos de vacas y determinar qué equivale a la “colita de cuadril” argentina. Después habrán de elaborar supuestos de cuántas “colitas” se come un argentino por año y cuántas un brasileño o un chileno, verificar sus precios y determinar cuánto ha caído nuestro poder adquisitivo por el hecho de tener que financiar un gasto público que se dedica a determinar este tipo de cosas.

Si el Mercosur va a competir como propuesta con el ALCA le irá muy mal, ya que el segundo aparece más como una zona de libre comercio, donde compiten distintas normas y monedas, no donde se trata de armonizar el absurdo.

© AIPE

Martín Krause es corresponsal de la agencia de prensa AIPE en Buenos Aires.

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