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Martín Krause

Keynesianismo de pobres

Cuando los argentinos festejamos el fin del año 2002 es porque no podemos creer haberlo sobrevivido. Todos hemos sufrido el impacto: algunos han emigrado, muchos más han visto emigrar a un amigo o un pariente, incluso a la familia entera; otros han visto esfumarse sus ahorros; todos han sufrido la caída de sus ingresos; algunos han sido víctimas directas de la violencia y del crimen, mientras que todos los demás han estado asustados y preocupados por la violencia. Y luego de tantas tragedias nos preguntamos qué es, en definitiva, lo que ha cambiado.

Pasamos de un "modelo" a otro, de una manipulación de la economía a otra, según las preferencias y prioridades del manipulador de turno: de un tipo de cambio fijo que debido al elevado gasto público terminó en un tipo de cambio de flotación sucia para mantenerlo bien devaluado. Sólo que los "modelos" que pueden instrumentarse aquí tienen que adaptarse a la nueva circunstancia que hemos descubierto en la Argentina: que somos pobres.

El camino que los dirigentes políticos argentinos siguen es el asociado con las teorías del economista inglés J. M. Keynes. El razonamiento, muy sintéticamente expuesto, es el siguiente: el problema que enfrentamos es de escasa demanda, por lo que hay que promoverla. Al percibir esta señal, a medida que se reduzcan los inventarios, los productores volverán a invertir y la economía a crecer. Para impulsar la demanda, el estado debe aumentar su gasto, bajar impuestos o incrementar el dinero en circulación, sin importar los déficit fiscales momentáneos. Pero la receta keynesiana original promovía la necesidad de hacer todo eso en caso de recesión, haciendo lo contrario en caso de crecimiento y auge de la economía, lo que permitiría generar una reserva de fondos para ser utilizada en períodos recesivos. El problema es que en la Argentina nada de eso existe. Durante los años de gran crecimiento económico, a principios de los 90, lejos de reducirse el gasto público y acumularse un excedente fiscal, se disparó tanto el gasto, como el déficit y el endeudamiento.

Hoy nos encontramos ante el siguiente dilema: ¿con qué recursos aplicamos la receta keynesiana para promover la reactivación vía el consumo? Ya no nos prestan porque no pagamos y ya se ha vendido casi todo lo que podía venderse. Es más, la realidad fiscal argentina ha llevado al gobierno a aplicar ciertas medidas claramente antidemanda, como el elevado tipo de cambio. Este disminuye el consumo porque encarece las importaciones y aumenta los precios en el mercado local de los productos que se exportan. Esto va en contra de la receta keynesiana que quisieran instrumentar. Por uno u otro lado, el costo fiscal aparece.

Existe un problema adicional en la reactivación vía mayor consumo. Es que el consumo, sobre todo de bienes durables, requiere confianza. La gente aumenta su consumo no ya porque le rebajen el IVA dos puntos (y toda rebaja de impuestos es positiva), sino porque sus expectativas de ingresos futuros se consolidan y son positivas. En un entorno de alta incertidumbre política y económica, ¿decidirá acaso la gente a consumir ese ahorro generado por la rebaja del IVA? No lo creo y, entonces, ¿no será mejor remover las barreras al crecimiento de la oferta, de las inversiones que aumentan la producción? Es un camino diferente. Según éste, para alcanzar el objetivo de aumentar la producción y crecer es necesario que crezca la inversión, la cual generará nuevos puestos de trabajo y terminará promoviendo el consumo por medio de una mayor producción de bienes y servicios. La clave está en remover barreras –tanto impuestos como regulaciones–, acabar con la inestabilidad jurídica y con las altas tasas de interés generadas por el elevado gasto público.

Esa es una apuesta políticamente difícil porque implica reducir los impuestos al capital para que éste se multiplique y genere crecimiento en la demanda de trabajo, pero pocas cosas son tan odiadas por los políticos como el capital. Al menos así lo dicen públicamente, aunque ya no tanto en reuniones reservadas. Y como nos estamos acercando a las elecciones, los candidatos insisten que al capital hay que combatirlo.

Martín Krause es profesor de Economía y corresponsal de la agencia © AIPE en Buenos Aires.

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