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Martín Krause

La dañina herencia de Menem

A menos que haya sorpresas, parecen ya delinearse quienes serán los candidatos para las elecciones presidenciales argentinas programadas para marzo de 2003. Y ahora es obligatorio que todos los candidatos participen en primarias el mismo día, el 15 de diciembre, en el que saldrán elegidos los candidatos de cada partido. No obstante, son tantos los problemas que estas elecciones están generando, particularmente dentro del peronismo, que podemos esperar cambios importantes.

Según los candidatos que ya se perfilan, parece que los argentinos poco o nada hemos aprendido de los acontecimientos de los últimos años que nos sumieron en la peor crisis de nuestra historia. Así es como en estos momentos encabeza las encuestas Rodolfo Rodríguez Saá, quien reemplazó a Fernando de la Rúa a fines de diciembre de 2001, declaró la cesación de pagos de la deuda externa con el aplauso unánime de todos los legisladores y duró apenas una semana en la presidencia del país.

En segundo lugar está Lidia Carrió, una diputada que se alejó de la Unión Cívica Radical durante el gobierno de De la Rúa y organizó una fuerza de "izquierda mística", para llamarla de alguna forma, pues junta al crucifijo con los piqueteros que impiden el tránsito en las calles y en las carreteras.

En tercer lugar está Luis Zamora, dirigente de un partido trotskista. Y más atrás se encuentra el ex presidente Carlos Menem, aunque a una distancia importante. Menem se ve acosado ahora por acusaciones judiciales; una de ellas por la existencia de una cuenta bancaria en Suiza que nunca declaró. También lo acusan de ser uno de los principales causantes del desastre argentino. Su afán de volver al poder impide la única salida lógica que el país podría tener. Los años de Menem fueron un caso típico de lo que ha llamado "neoliberalismo", lo que significó realizar algunas reformas que abrieron un poco la economía hacia el mercado, pero terminó otorgando monopolios a las empresas privatizadas, aumentó tanto los impuestos como la deuda pública y los déficit fiscales. Mucho peor aún, ese "neoliberalismo" arrojó por la ventana la esencia del "liberalismo" tradicional, una filosofía política no un programa económico que puede resumirse en una frase: "limitaciones al poder". Por el contrario, en Argentina el poder fue consolidado, aumentado e inevitablemente personalizado, abriéndosele así las puertas a distintos episodios de corrupción.

No sorprende que la gente terminara rechazando ese modelo, que luego De la Rúa y Cavallo se encargaron de terminar de desprestigiar. Y ese repudio conduce a buscar un camino opuesto: el populismo de izquierda. Esto deja fuera a la alternativa de reconstruir las instituciones con un poder claramente limitado que le impida a los gobiernos ocasionar daños similares a los sufridos bajo los últimos presidentes. Esa es, entonces, la más trágica herencia de Menem.

Martín Krause es profesor de Economía y corresponsal de la agencia AIPE en Buenos Aires.

© AIPE

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