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Martín Krause

¿Por qué el déficit cero no alcanza?

Existe una sensación generalizada entre los políticos que la demanda de los “mercados” es inagotable. Son insaciables, piden más y más ajuste y ninguno de los sacrificios ya realizados les parece suficiente. A tal punto que más de uno de ellos quisiera dejar a los mercados de lado.

Al margen de la imposibilidad de tal “independencia” cuando Argentina vivió durante años gastando el dinero que esos acreedores prestaban, queda por considerar qué es efectivamente lo que los “mercados” demandan y si ello es exagerado. El “blindaje” pasó y se fue, el canje de deuda duró pocos días y la aprobación de la ley del déficit cero no tuvo ningún efecto en el ahora maldito “riesgo-país”. ¿Por qué esto no es suficiente?

En principio porque los antecedentes muestran una larga historia de incumplimiento. Muchos fueron los “paquetes” de ajuste que consistían en aumentos inmediatos de impuestos y promesas de reducciones futuras de gastos que nunca se llevaron a cabo. Los aumentos de impuestos ya no lograban recaudar más pues el sector privado estaba anémico luego de sucesivos ajustes. Y pese a las promesas de reducir el gasto esto nunca se produjo, llegando a casi duplicarse en los últimos diez años.

Entonces, para que sea creíble no se trata simplemente de aprobar una ley. Después de todo, la Argentina ya tenía vigente una ley de “convertibilidad fiscal” la cual fue modificada ante el incumplimiento de la misma en su primer año de vigencia. Los montos de déficit fiscal por año fueron elevados y se postergó el objetivo de eliminarlo por completo. Ahora hay que “ver para creer”.

Y lo que hay que ver, en particular, es la voluntad política del gobierno para hacer frente a toda la serie de problemas que se le presentan cuando llega el momento de utilizar la tijera con el gasto. Claro, la apresurada decisión de recortar el gasto en salarios y pensiones en un 13% para todos aquellos ganando más de 500 pesos no ayuda a que estos problemas sean acotados a ciertas áreas y funciones, pues caen todos en la bolsa, justos y pecadores. Pierden recursos el pobre jubilado y el policía pero siguen cobrando los parientes políticos, los que reciben subsidios y otros privilegios.

Esta voluntad política va a ser puesta a prueba sobre todo cuando no se alcancen los montos de recaudación previstos y el ajuste deba ser mayor al anunciado. Es así porque el déficit cero elimina la necesidad de incurrir en nueva deuda (algo que de todas formas no era posible conseguir), pero no modifica en nada la carga del estado sobre la actividad productiva privada.

No obstante, el logro del déficit cero más la confirmación de que los compromisos de pago de deuda a corto plazo van a ser honrados, debería al menos tener su impacto en el indicador del riesgo-país y lograr una reducción de las tasas de interés que permitiera la reactivación del sector privado. Pero esto se tomará su tiempo porque hay que ver si cumplen las promesas políticas.

Mientras tanto, el panorama político no contribuye a generar credibilidad. El gobierno enfrenta más oposición entre sus propios partidarios (particularmente el presidente del partido Radical y ex presidente Raúl Alfonsín) que de sus opositores. Las leyes se aprueban a regañadientes, se escuchan discursos críticos y nadie quiere salir a defender a un gobierno débil.

En este contexto, la visita del subsecretario del Tesoro norteamericano, John Taylor, brinda un breve respiro a los mercados, pero genera la preocupación que la mera esperanza de obtener más ayuda financiera en forma inmediata releve a los políticos de realizar el ajuste que de todas formas tendrá que hacerse.

Es decir, los argentinos y “los mercados” se han sentado a la espera de las evidencias. El argentino no consume ni invierte, el ahorrista no compra bonos argentinos. Todos esperan ver para creer. Como esto no permite la reducción de las tasas y que la economía se reactive, ese proceso va a ser largo y doloroso.

¿Podría no serlo? Pues si hubiera claras señales de liderazgo, de consenso, de voluntad de la clase política de perder sus privilegios y de aceptar los límites que las magras finanzas les imponen. Pero claro, eso sí sería pedir mucho.

Martín Krause es corresponsal en Buenos Aires de la agencia de prensa © AIPE .

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