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Martín Krause

Problemas de mando y de rumbo

Buenos Aires.Hasta fines de septiembre el desempeño del gobierno de Fernando de la Rúa venía recibiendo una carga cada vez mayor de escepticismo y crítica. Con una economía estancada, un elevado desempleo y un mal humor generalizado se descubría, además, un escándalo de proporciones mayores en el Senado ante la evidencia de pagos a senadores para obtener su voto favorable en alguna ley.

Los argentinos eligieron a la alianza actualmente en el poder por dos razones básicas: promover la honestidad en el gobierno, la limpieza de la política, y continuar con un modelo económico que permitiera mantener la estabilidad y retomar el crecimiento. Este último objetivo estaba lejos de cumplirse ya que la inversión caía seriamente y el mal humor de los consumidores se reflejaba claramente en los niveles de ventas.

En un marco económico de esa naturaleza estalla el escándalo en el Senado, el cual pone el centro de la atención en la principal promesa del nuevo gobierno. Este escándalo no es menor para la Alianza, ya que si bien hay senadores de la oposición que recibieron esos pagos, resulta por cierto evidente que alguien los compró y las miradas, entonces, se dirigen al gobierno que hizo una bandera de la lucha contra la corrupción. Nos vemos así con un problema político en el medio de un creciente problema económico.

Ante esa situación, las semanas transcurrían y el presidente no tomaba decisiones, con lo cual cundía la imagen de inoperancia y falta del liderazgo. A punto tal que un famoso caricaturista ya se dirige a él como "ese... lentísimo prescindente". Como puede observarse, los cuestionamientos principales se referían a la capacidad de mando.

Mientras tanto, las presiones políticas y económicas se acumulaban hasta que estallaron. Luego de dos meses de constantes rumores acerca de cambios en el gabinete y bajo la constante presión del vicepresidente Carlos Álvarez para avanzar en la limpieza del Senado, De la Rúa procede a realizar los cambios y con ello busca revertir la imagen de debilidad en el mando. Y como los nombres que surgen del nuevo elenco ministerial son claramente afines a la figura del presidente, se presenta esto como una clara demostración de la capacidad de mando.

Y aunque de lo que se hablaba antes era solamente de esta capacidad y de la inactividad para ejercerla, se había dejado de lado la consideración acerca del rumbo del gobierno. Una cosa es tener voluntad de timonear y ejercer el mando de capitán, y otra es el rumbo hacia el cual se dirige al barco. Puede haber un capitán de muy firmes decisiones, pero que apunte directamente hacia los peñascos.

Algo de esto pasó aquí, pues precisamente De la Rúa mantuvo en el gobierno a los colaboradores sospechosos de participar en la operación con los senadores. También reafirmó al ministro de Economía y le otorgó atribuciones adicionales que aumentan su poder.

Esto desencadenó una seria crisis política: el vicepresidente renunció en clara disidencia con esa decisión y con la poca voluntad para terminar con un sistema político corrupto hasta sus raíces. Es decir, el cuestionamiento del vicepresidente no es hacia la capacidad de mando, ya que ésta fue ejercida, sino hacia el rumbo tomado.

Lo mismo habrá de suceder en poco tiempo más con relación a la economía. No se trata solamente de un problema de mostrar poder, o determinación. Se trata del rumbo elegido, y el presente mantiene a la economía estancada y la acerca a los peñascos de la crisis fiscal: promesas de reducir el gasto y efectivos aumentos de impuestos han actuado como el mejor somnífero para la economía argentina.

Más de lo mismo no reactivará lo que hoy duerme; es necesario un cambio de dirección. La dramática, y honesta decisión del vicepresidente ha puesto de manifiesto que el problema es doble: de mando y de rumbo. Ahora se ejerció el primero, todavía queda por modificar el segundo.

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Martín Krause es corresponsal de la agencia de prensa AIPE.


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