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Martín Krause

Stiglitz y el Estado: ¿Solución o problema?

Resulta muy curioso que tras lo acontecido en la Argentina en las últimas décadas, la mayoría de mis compatriotas sigue pensando que el Estado es la herramienta con que la sociedad cuenta para solucionar nuestros problemas. Sorprende, porque el gobierno argentino no ha dejado derecho sin violar: desaparecidos, policías ladrones y criminales que colaboran en actos terroristas, jueces corruptos, legisladores que cobran grandes sumas para aprobar una ley, depósitos bancarios confiscados, deudas que no se pagan y, por supuesto, servicios públicos que no se prestan. Más bien parece que el estado argentino ha sido y sigue siendo el problema, no la solución.
 
Sin embargo, abundan quienes sostienen que se trata de problemas en la sociedad que sólo pueden ser resueltos por el Estado. Entre los defensores del Estado, hay una gran variedad: desde aquellos que apenas pueden ocultar su interés por obtener privilegios y rentas hasta aquellos que lo defienden a nivel teórico. Entre éstos últimos, uno de los más destacados y reconocidos es Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, quien cada vez que visita a Argentina nos deja la misma receta y la misma “solución”: el Estado debe hacer algo. Cuando un periodista le pregunta cómo resolver tal o cual problema, la respuesta está cantada: existe un serio problema en el funcionamiento del mercado que solamente puede ser resuelto por los funcionarios y los políticos. Ese razonamiento lo extiende a cualquier campo de la vida social.
 
En la última visita de Stiglitz a la Argentina, se le invitó para que hablara sobre el funcionamiento del sistema financiero. Sus conclusiones fueron que "cuando los sistemas financieros fallan, hay una enorme consecuencia sobre la sociedad y por eso los gobiernos tienen que intervenir… En todos lados, pero sobre todo en países en desarrollo, los bancos fallan a la hora de llegar a las pequeñas y medianas empresas y a las economías regionales. Allí es donde claramente debe intervenir el Estado".
 
¿Le habrán contado a Stiglitz lo ocurrido con el Banco de la Provincia de Buenos Aires? ¿O del fideicomiso más grande del mundo, que es donde han trasladado todos sus préstamos incobrables, muchos de ellos otorgados a amigos "políticos" del poder de turno? ¿Le habrán contado también sobre la cesación de pagos de los bonos estatales en poder de los bancos? ¿Podrá Stiglitz entender que la "falla de los sistemas financieros" ha sido, precisamente, originada por el Estado? Parece difícil que eso suceda, porque todo el edificio teórico de Stiglitz se basa en el descubrimiento de "fallas de mercado", las que encuentra por doquier: "La idea de que la sola acción del mercado resolvía los problemas es muy antigua. Pero cuando la información es imperfecta –es decir, siempre– la mano invisible no se ve, simplemente porque no está ahí".
 
Según Stiglitz, el mercado genera problemas y la solución es la pesada y visible mano del Estado. Stiglitz es un claro resultado del predominio intelectual de los modelos económicos de equilibrio general que demandan información completa para que ese equilibrio se alcance. Como eso no existe en la vida real, y no podría existir, se demuestra el fracaso de los mercados. Tal análisis, sin embargo, ha sido refutado por diversos autores. Dos de ellos son también premios Nobel de economía. El primero es F. A. von Hayek, quien demostró que el mercado es, precisamente, un gran mecanismo de generación y transmisión de información y que su ausencia impide el flujo de ese enorme caudal informativo que se resume en los precios.
 
El segundo es James M. Buchanan, quien cuestionó la segunda conclusión de Stiglitz: que donde el mercado fracasa en alcanzar algún ideal, el Estado tendrá éxito. La teoría de la "elección pública" que elaboró el profesor Buchanan ha desentrañado los perversos incentivos que surgen en la política y en la administración burocrática del Estado. Hace 15 años que cayó el Muro de Berlín, lo cual debería al menos recordarnos lo que sucede cuando no existen mercados ni precios, y cómo junto con ellos desaparecen las libertades de la gente.
 
© AIPE
 
Martín Krause, rector de ESEADE (Escuela Superior de Estudios de Administración y Dirección de Empresas)

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