Menú
Martín Krause

Ya destruimos, ahora a redistribuir

En los últimos dos años, Argentina ha sufrido un proceso de destrucción de riqueza como nunca visto en su historia, incluyendo la caída abrupta del PIB. Ahora, los políticos argentinos ya saben lo que van a hacer: redistribuir. Si vamos a buscar un común denominador de todas las políticas propuestas o por instrumentarse en los próximos meses, éste va a ser el de redistribuir. Así, por ejemplo, tendremos alguna nueva propuesta de reforma impositiva haciendo énfasis en un aumento de los impuestos directos (ganancias, bienes personales). Al comienzo se dirá que tiene como objetivo permitir la reducción de los impuestos al consumo, pero luego seguramente se comprenderá que las necesidades fiscales no permiten hacerlo, por lo que el resultado final va a ser el aumento de unos sin la reducción de los otros.

Lo mismo está detrás de la creación de una empresa aérea estatal para absorber las pérdidas que en el futuro tendrían LAPA y Dinar, la extensión de las ejecuciones hipotecarias y las propuestas de promoción del sistema estatal de reparto de jubilaciones y pensiones.

La redistribución, sin embargo, confronta dos problemas fundamentales:

1.— Asumir que va a tener éxito. Implícito en toda política de redistribución se encuentra el objetivo de redistribuir de los ricos hacia los pobres, pero la evidencia muestra que eso no es siempre así. Muchas veces el resultado termina siendo exactamente el opuesto, sobre todo cuando se toman en cuenta los resultados no previstos de tales políticas. Por ejemplo, se aplican "cargas patronales" en relación a los salarios pagados que, en definitiva, salen de los salarios de los trabajadores mismos, pues aumentan el "costo laboral" (aquello que toman en cuenta los empleadores para sus decisiones de empleo), reduciendo la demanda de trabajo existente y la creación de nuevos puestos de trabajo, lo que perjudica a quienes menos tienen. Asimismo, una vez que se ha creado el "instrumento" para redistribuir, es decir, una vez que todos saben que se pueden obtener ingresos a partir de políticas "activas" de estado, ese instrumento puede ser utilizado por cualquiera, sobre todo por quienes más organizados están o más acceso tienen al poder, los cuales no suelen ser pobres.

2.— Es el inevitable impacto que la redistribución tiene en la generación de riqueza. El prefijo "re" de dicha palabra deja ver que ya hubo una distribución, la cual debe ser ahora modificada. Esa "re" no puede dejar de tener impacto en la distribución original. Esto se debe a que no es posible separar la producción de la distribución como los redistribucionistas piensan. Ellos dicen: primero se produjo X, ahora vamos a ver cómo se redistribuye. No es posible cumplir con lo segundo sin afectar lo primero. Porque toda producción se realiza con miras a una distribución esperada y si ésta se altera, también se afecta a la primera. Pongamos un ejemplo extremo: supongamos un impuesto al salario del 100%: el empleado pasa por una ventanilla y cobra su salario y tiene que depositar todo lo que cobró en la de al lado para pagar el impuesto. ¿Qué sucede al mes siguiente? ¿Va a trabajar esa persona? Seguramente se dirá: es un ejemplo exagerado. Correcto, es para comprender el punto. Porcentajes menores no harán cesar la producción pero todos ellos tienen un costo en términos de producto.

Y en última instancia, es eso lo que nos interesa. ¿Nos preocupa realmente mejorar la situación de los más pobres o disminuir diferencias en ingresos con los de más arriba? Son dos preocupaciones distintas. En un proceso competitivo y abierto de generación de riqueza, inicialmente suceden las dos cosas: la situación de los pobres mejora porque la inversión de capital aumenta la producción y el empleo, mientras los ricos sacan buen provecho de los recursos que no están utilizados. La brecha puede agrandarse, pero lo importante es que no haya barreras para que cada uno pueda mejorar en base a su trabajo, esfuerzo, genio o suerte.

Cuando nos preocupan más las diferencias, pretendemos achicarlas pero en la práctica sólo logramos desmejorar los ingresos reales de todos. La sociedad argentina ha sobrevivido ya a muchos períodos de expropiación de la riqueza generada, ya sea a través de altas retenciones, elevada inflación, hiperinflación o pesificación de los depósitos. Cada vez que se la expropió ha vuelto luego a producir, pero una sociedad que en forma periódica le confiscan el fruto de lo producido termina dando muy pocos frutos.

Martín Krause es rector de ESEADE y corresponsal de la agencia © AIPE en Buenos Aires


En Libre Mercado

    0
    comentarios