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Mary Anastasia O´Grady

La sombra de Alan García

Por ocurrir pocos días antes de una elección regional, el asalto de Sendero Luminoso en Ayacucho no recibió mucha atención de la prensa. Pero es un trágico recordatorio que aunque uno de los grupos más sanguinarios de los años 80 se ha debilitado, sigue siendo una amenaza a la civilización misma. Sendero Luminoso no es la única indeseable reaparición en el Perú. También lo ha hecho el hombre que gobernaba en los tiempos que Sendero Luminoso aterrorizaba a los peruanos y cuando la economía se hundía bajo la hiperinflación.

Alan García regresó de su autoexilio. Fracasó en su intento de alcanzar la presidencia en 2001, pero el carismático ex presidente es de nuevo una de las principales figuras políticas. Como líder del partido izquierdista APRA está despertando el apetito del electorado por más intervención gubernamental, sugiriendo que el limitado experimento peruano con la liberalización económica está pasado de moda. Por el contrario, Perú parece dispuesto a dejarse hechizar de nuevo por los sueños populistas de una utopía socialista. Su obsesión con la lucha de clases sigue intacta, al igual que su demagogia contra el mercado.

El 17 de noviembre, APRA ganó 11 de 25 puestos en las primeras elecciones regionales del Perú, iniciativa del gobierno para descentralizar el poder. Ese partido ya gozaba de un sólido bloque en el Congreso. Faltan cuatro años para las próximas elecciones presidenciales y eso es mucho tiempo en la política peruana. Pero ese reciente resultado electoral indica que APRA y García tienen mayor influencia. El poder de García ahora se asemeja al del mismo presidente Alejandro Toledo.

Tanto los conservadores con respecto al gasto público como los liberales que creen en el mercado están muy preocupados por la presión que ejercerá el APRA en las ya frágiles finanzas públicas. Tanto Argentina como Brasil sufrieron de inestabilidad fiscal surgida de la descentralización regional que le cedió la habilidad de gastar a los gobernadores provinciales sin exigir en contrapartida ningún rendimiento de cuentas. No es difícil visualizar una versión peruana de ese problema, bajo el liderazgo del APRA.

Alan García dice que ha aprendido del pasado y sería bueno pensar que él ahora comprende que las economías en desarrollo son aplastadas por sus inmensos sectores públicos y por el reparto populista de derechos adquiridos, por lo que supuestamente gobernaría más racionalmente. Pero no hay evidencia de eso ni de que el APRA haya cambiado su tendencia a arrebatarle los recursos del sector privado, regular de forma opresiva todos los aspectos de la vida cotidiana, abusar de la propiedad privada y engordar la burocracia, todo ello en nombre de la justicia social.

Si había alguna posibilidad de liberalización en el Perú, el APRA lo impedirá. Desde que el presidente Fujimori dejó el poder hace dos años bajo una nube de corrupción, el APRA está de regreso. El partido, con el apoyo de otros partidos de izquierda más pequeños, trata activamente de revertir las pocas reformas positivas instrumentadas a comienzos de los 90. Y han logrado bloquear la privatización de empresas eléctricas que trataba de llevar adelante Toledo.

El “Indice 2003 de Libertad Económica” que publica la Heritage Foundation y el Wall Street Journal indica que Perú es menos libre económicamente desde principios del año 2000. Su política comercial se define por un alto nivel de proteccionismo y el Perú es menos abierto hoy que hace un año. La tendencia al intervencionismo gubernamental ha empeorado. El Indice le da malas calificaciones al Perú en los derechos de propiedad y en el peso de sus regulaciones.

El Indice sí admite el éxito peruano contra la inflación y le da buenas notas por su política monetaria. Pero si García le pone la mano al timón, ¿cuánto durará eso? Cuando el ministro de economía Pedro Pablo Kuczynski, fiscalmente responsable y obsesionado con la transparencia, renunció hace unos meses, una fuente cercana al poder dijo que su salida fue un arreglo entre Toledo y el APRA.

Eso nos recuerda cuando en la Argentina sacaron a Pedro Pou, un presidente del Banco Central muy responsable, para avanzar en la destrucción de la convertibilidad del peso. Si el propósito de García y del APRA es lograr mayor “flexibilidad” en los gastos, la salida de Kuczynski era el primer paso. Otro asunto problemático es el estudio patrocinado por el Congreso para incorporar a la constitución actual ciertos elementos de la constitución socialista de 1979.

Para entender cómo García puede regresar tras su desastrosa presidencia hay que ver sólo las opciones. Casi 20 años después que Hernando de Soto documentó el espantoso precio que a los peruanos les cuesta la falta de derechos de propiedad y la rapacidad reguladora del gobierno, el sistema ha cambiado muy poco. El mercado negro está floreciente y la mayoría de los peruanos luchan por subsistir. Si no hay oportunidades, votar por un gobierno paternalista es totalmente racional.

Más difícil de comprender es por qué los competidores de García le dan la espalda a lo que la misma economía informal demuestra que los peruanos requieren: más libertad económica. García no es el único que quiere regresar al pasado. Cuenta con el apoyo de los mercantilistas y muchos políticos de izquierda de otros partidos. Toledo también se lo ha puesto fácil al no demostrar interés alguno por abrir la economía y ante su caída en las encuestas.

Pero es difícil ser populista hoy. Los recursos no existen. Es cuestionable que García logre retrocesos radicales sin ser rápidamente castigado por los mercados. Sin embargo, su perjudicial intervencionismo dañará el potencial de crecimiento del país. Perú permanecerá a la deriva hasta que surja un líder visionario en pos de un futuro próspero y mayor libertad económica.

Mary Anastasia O’Grady es editora de la columna “Las Américas” del Wall Street Journal, diario donde fue publicado originalmente este artículo y autorizó la traducción de © AIPE .

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