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Michelle Malkin

Sally Field no habla en mi nombre

En el patio de recreo de la vida, Sally Field es la madre que mira hacia otro lado cuando el gamberro del parvulario tira al suelo a su hijo o echa tierra a la cara de su hija.

Al igual que la actriz Sally Field, soy madre. A diferencia de Sally Field, no vivo en un mundo de fantasía. Respiramos una marca distinta de aire. Tenemos maneras de ver el mundo diametralmente opuestas. No tenemos nada en común excepto las estrías.

Al contrario de lo que dijo con grandes dificultades verbales en la diatriba que soltó durante los premios Emmy en horario de máxima audiencia, la maternidad y la educación infantil no ligan a todas las mujeres en una hermandad universal de no confrontación. Hay madres cordero. Hay madres leona. Ya sabemos la clase a la que pertenece Sally Field.

"Si las madres gobernasen el... gobernasen el mundo, no habría ninguna maldita guerra para empezar", baló Field. En la Guía Gidget de Paternidad, las madres apaciguan y sujetan la mano de los niños. Al parecer, nuestro instinto maternal nos conduciría a evitar peleas y mimar a los abusones en lugar de meterlos en cintura. Ciertamente no habría "ninguna maldita guerra", Tonta Sally, porque estaríamos todos conquistados si la diplomacia al estilo Field "gobernase el mundo".

Maternidad y pacifismo no son sinónimos. La maternidad exige arrojo, voluntad y resolución para proteger a los hijos a cualquier precio y un compromiso de por vida de sacrificarse por la supervivencia y el bienestar de la familia. Eludir los conflictos es incompatible con la buena maternidad.

En el patio de recreo de la vida, Sally Field es la madre que mira hacia otro lado cuando el gamberro del parvulario tira al suelo a su hijo o echa tierra a la cara de su hija. Es la madre que se muerde la lengua en el centro comercial cuando los gamberros sueltan una sarta de blasfemias y hacen gestos obscenos delante de sus vástagos. Es la madre que le dice a su hijo que nunca diga nada cuando el profesor se equivoque.

Es la madre que le compra cerveza y condones y le alquila una habitación de hotel a su hijo adolescente en la noche del baile de graduación porque prefiere ceder en lugar de presentar batalla y hacer valer su autoridad materna.

Es la madre cuyo monovolumen luce insípidas pegatinas que predican la no intervención a cualquier precio como La paz es patriótica, La guerra no es la respuesta o Será un gran día cuando nuestras escuelas reciban todo el dinero que necesitan y las Fuerzas Aéreas tengan que vender tartas en un tenderete para comprar bombarderos.

Hollywood puede permitirse complacer la ingenuidad expresada con dificultad de Sally Field. Estados Unidos no. Y las mismas madres que Sally Field asegura representar lo saben.

Este fin de semana me reuní en Washington D.C. con docenas de madres de militares que se oponen fervientemente al modelo de sumisión maternal y rendición inmediata de Sally Field y Cindy Sheehan. Se encontraban entre los miles de activistas que acudieron a la contramanifestación organizada por La reunión de las águilas que tuvo lugar en el National Mall.

Deborah Johns, la madre de William, un marine que ha cumplido tres turnos de servicio en Irak, condenó la demonización por parte de la izquierda del general David Petraeus e instó al Congreso a oponerse a un repliegue precipitado de Irak. "Cindy Sheehan no habla en mi nombre – dijo Johns –. Nunca lo ha hecho. Y nunca lo hará. (...) No vamos a dejar que los enemigos de la nación que tenemos en casa nos derroten como hicieron" durante la guerra de Vietnam.

Debbie Lee, la madre de Mark, el primer Navy SEAL abatido en Irak, rechazó la infantilización de las tropas por parte del movimiento pacifista. Le dio rabia la sentada de ANSWER, financiada por Soros, que utilizó sin consentimiento el nombres y el legado de aquellos que han muerto cumpliendo con su obligación en Irak. Mientras describía el heroísmo de su hijo y su apoyo a los esfuerzos de la contrainsurgencia en Irak, dijo: "No puedes 'tomar' de la vida de alguien que la entrega (...) y Mark entregó su vida voluntariamente. (...) Dios redesplegó a Mark al cielo."

En el mundo de Sally, estas madres y sus hijos son víctimas desamparadas. En el mundo de Sally, la defensa propia es para "belicistas". En el mundo de Sally, se puede fingir que no existen esas madres sedientas de sangre que les ponen chalecos explosivos de Al Qaeda a sus hijos y los sientan delante de la televisión para ver al Mickey Mouse judeófobo de Hamás. En el mundo de Sally basta con abrazar a nuestros enemigos, "imaginar" la paz y frotar su Emmy como si fuera una lámpara en la que vive un genio mientras pides que la yihad global desaparezca.

En el mundo real, no todas las mujeres piensan con el útero en lugar de emplear la sesera. En el mundo real no se puede conceder un descanso al mal. Sally Field se precia de ser la madre de todas las portavoces de las madres. A lo cual sólo puedo responder, en mi tono más maternalmente combativo: habla sólo en tu maldito nombre.

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