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Miguel del Pino

Cazadores, pescadores e invasores

La normativa de especies invasoras ha puesto en pie de guerra a los colectivos de cazadores y pescadores no vela por los intereses rurales.

Los cazadores y pescadores que se manifestaron pacíficamente en Madrid el pasado domingo día 7 deben estar asombrados ante el escaso eco mediático que ha conseguido su protesta a pesar de ser tan numerosa. Quizá, en pleno momento electoral no era el momento más adecuado para expresar su indignación ante la reaparición de la Ley de erradicación de especies invasoras.

Sin embargo pueden estar bien satisfechos, ya que les asiste la razón, y esto lo afirmo no desde sus filas, sino desde las de la Biología profesional, demasiado influida por el ecologismo radical y el excesivo puritanismo de determinados científicos alejados de la realidad práctica, y en definitiva, del pueblo.

La impugnación legal planteada por el ecologismo que ha recibido el apoyo de una sentencia muy polémica, propone la erradicación de algunas especies, como la trucha arco iris, la carpa o el arruí, saltando de peces a mamíferos, por no pertenecer a la fauna autóctona ibérica y tratarse de especies introducidas por la mano del hombre.

La historia de la investigación ecológica ha demostrado en numerosas ocasiones que la introducción de nuevas especies en un ecosistema en equilibrio puede acarrear mayores daños que la eliminación de alguna de las especies autóctonas. Algunos ejemplos son verdaderamente espectaculares e ilustrativos, como el intento de introducción del conejo en Australia con fines cinegéticos.

Cuando los conejos se convirtieron en plaga, libres en el continente austral de sus enemigos naturales, se pretendió arreglar el problema introduciendo a su vez al zorro. Sólo se consiguió estropear más aún el frágil equilibrio de aquel mundo desconocido por los europeos, ya que los zorros no controlaban a los conejos, sino a la débil e interesantísima fauna marsupial a la que estuvieron a punto de extinguir.

Sólo la difusión del virus de la mixomatosis consiguió frenar el demoledor avance demográfico de los conejos. La lección estaba bien patente.

En la fauna ibérica se han presentado casos de gravedad por la introducción de especies no autóctonas. Recordemos el cangrejo de rojo de las marismas, con sus requerimientos ecológicos inversos a los de nuestros cangrejos autóctonos, es decir, aguas templadas y poco oxigenadas. El avance demoledor por nuestros ríos y charcas de este Procambarus ha puesto en serio peligro a muchas especies de anfibios y peces ibéricos, por citar sólo algunos ejemplos bien conocidos.

Sin embargo, es necesario reconocer que en muchas ocasiones, la introducción de ciertas especies, con fines cinegéticos o piscícolas, puede ser controlada de manera inteligente, sin decretos drásticos de extinción y sin provocar la ruina económica que se produciría por el cese de las actividades derivadas de su captura. Este puede ser el caso de la trucha arco iris y también el de la carpa.

La actividad de los pescadores 'de fin de semana' es muy importante para la economía de los pueblos próximos a los cotos de pesca.

En las circunstancias actuales y mientras permanezcan ejemplares de las especies proscritas en los cotos, los pescadores que capturen algún ejemplar vendrán obligados a sacrificarlo en el acto y abandonarlo en tierra firme. Si un guarda descubre a un pescador con una de estas 'piezas malditas' en su zurrón, la sanción será fulminante.

Muchas veces desde los despachos de la gran ciudad no se comprende ni la mentalidad ni la economía del campo, especialmente de los pequeños pueblos, tan necesitados de apoyo y ayuda. Los bocadillos, los cafés, las cuatro cosas que los pescadores adquieren en la tienda o en el bar del pueblo pueden ser un apoyo imprescindible para la propia supervivencia de sus habitantes. No queremos pueblos empobrecidos o deshabitados por culpa de la incomprensión de los legisladores urbanitas.

Claro que es necesario vigilar para que no se destroce la pureza genética de nuestras especies zoológicas y botánicas, pero en ese y otros casos parecidos la ecología debe contar con el hombre como pieza fundamental del ecosistema. Si los habitantes de un enclave rural no están de acuerdo con lo legislado sobre su entorno, el fracaso está servido de antemano.

Por otra parte si entramos a fondo en la casuística sobre especies introducidas, los no expertos pueden llevarse auténticas sorpresas. Los popularísimos geranios que Díaz Cañabate consideraba paradigma de la flora madrileña, proceden de Sudáfrica. Puestos a ser puritanos habría que prohibir la inmensa mayoría de las plantas de flor que se utilizan en jardinería, ya que su polen puede contaminar la biodiversidad de la flora española. Por favor, seamos sensatos y no exageremos el puritanismo ecologista, sobre todo para no obtener efectos rebote indeseados en la sensibilidad del pueblo.

No sólo los ecologistas, también los científicos deben aceptar que la civilización del desarrollo ha aumentado extraordinariamente la capacidad de difusión y la movilidad de las especies botánicas y zoológicas. Desde la navegación a vela los barcos han difundido por todo el planeta especies nuevas para los lugares que visitaban. Los nuevos medios de comunicación han ampliado de manera extraordinaria estos procesos.

La agilidad de los lexicólogos al manejar el diccionario y permitir la incorporación al mismo de nuevos vocablos cuando el desarrollo de la técnica o los modismos propios de las migraciones humanas así lo aconsejan, debería servir de modelo a los gestores de los ecosistemas de los países desarrollados.

No se puede poner puertas al campo, tampoco barreras a la difusión aérea de los pólenes ni a los recursos económicos que se derivan de la introducción de poblaciones de importancia económica en determinados enclaves.

La necesidad de un estricto control y de las oportunas observaciones científicas no tiene nada que ver con la inflexibilidad provocadora del odio rural hacia los estrictos teóricos de la legislación o el ecologismo.

¿Recuerdan a la preciosa gineta a la que Félix Rodríguez de la Fuente denominó en sus documentales "la bella matadora"? Pues bien, se trata de una "especie invasora" introducida desde África en tiempos relativamente recientes. ¿Acabamos con ella?

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