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Miguel del Pino

El vencejo es el ave del año

La Sociedad española de Ornitología (Seo Birdlife) acaba de otorgar el título de “Ave del año” al vencejo.

La Sociedad española de Ornitología (Seo Birdlife) acaba de otorgar el título de “Ave del año” al vencejo.
Vencejo (Apus apus) | Wikipedia/Pau Ortigas

La Sociedad española de Ornitología (Seo Birdlife) acaba de otorgar el título de “Ave del año” al vencejo común Apus apus, siguiendo una costumbre que cuenta ya con varios lustros. El nombramiento se produce por votación popular entre un trío de aves nominadas previamente por los científicos de la entidad.

Un ave prodigiosa

Para este nombramiento competía el vencejo con el alcaudón real y el aguilucho cenizo; el vencejo obtuvo el 49´58 % de los votos frente al 27´15 del alcaudón y el 23´27 de aguilucho. Una victoria en toda regla para una especie verdaderamente prodigiosa.

Los científicos de siglos anteriores venían sospechando que el vencejo podía pasar prácticamente toda su vida en vuelo, comiendo, bebiendo, durmiendo y copulando en el aire sin descansar ni posarse, lo que hace solo a la hora de nidificar, para lo que busca huecos de edificios o cornisas a considerable altura. En la actualidad ha habido que reconocer que esta prodigiosa capacidad de vuelo es cierta.

Toda la anatomía del “ave del año” se adapta perfectamente a la vida en suspensión sin descansar, salvo para la puesta e incubación de huevos y pollos: el nombre científico Apus, quiere decir “sin patas”, lo que no refleja la realidad pero hace justicia a unas patas muy pequeñas y casi pegadas al cuerpo y sin pulgar oponible, aunque provistas de garras muy fuertes con las que puede sujetarse a las cornisas y paredes de los edificios urbanos.

Los vencejos llegan a nuestras latitudes cuando la primavera se encuentra ya asentada, ya que su alimentación se basa en la multitud de pequeños insectos voladores que resultan invisibles al flotar  en la atmósfera formando una biomasa que se conoce como “plancton aéreo”. Para ingerir esta dieta, casi invisible, los vencejos planean con extraordinaria agilidad en “vuelos de caza pasiva” donde les basta mantener abierta la boca para que se llene de diminutos insectos.

En función de las condiciones meteorológicas como la temperatura  y las corrientes de aire, los vencejos se elevan hasta hacerse casi invisibles o vuelan rasando los tejados, o en el interior de las patios; podemos entonces comprobar que son bien sonoros, emitiendo características piadas que presagian la llegada de la primavera cuando las escuchamos por primera vez ya superados  los rigores del invierno.

Peripecias de la crianza de los polluelos

En los huecos de cornisas o tejados donde los vencejos establecen sus rudimentarios nidos, la hembra pone dos o tres huevos completamente blancos; tras algo más de veinte días de incubación nacen los pollos que son alimentados por los padres prácticamente sin dejar de volar, lo que tienen que conseguir antes de que el calor abrasante les incite a saltar al abismo de manera prematura.

Parece increíble que, cuando se decide a lanzarse al vuelo por primera vez, el pollo del vencejo lo haga sin ensayos previos, logrando al primer intento incorporarse a la población voladora: un fracaso implica caer al suelo donde ya no podrá levantarse, pues remontar el vuelo solo se consigue haciéndolo desde la altura.

Si el verano se muestra especialmente caluroso, o si se adelantan las altas temperaturas antes de que las nidadas terminen su crianza, suelen producirse accidentes: los polluelos saltan de manera prematura y quedan en el suelo, a veces ya perfectamente conformados. En algunos casos basta con lanzarlos al aire desde un balcón alto o una terraza para que puedan remontar sin caer, y partir de aquí tocan a volar hasta que de adultos se posen para convertirse en reproductores.

En la mayor parte de los casos de accidente por abandono prematuro del nido, el indefenso pollo necesita ser alimentado durante unos días antes de ser incitado a volar: los centros de recuperación de especies salvan así cada año la vida de centenares de ejemplares que normalmente son encontrados en el suelo por los niños. Los patios de colegio son hervidero de encuentros salvadores cuando el inicio del verano es muy caluroso.

Una curiosidad evolutiva y una situación preocupante

El nombre de vencejo se relaciona etimológicamente con la golondrina, pero el vencejo no es una golondrina, ni tampoco un avión, a pesar de su parecido con estas dos aves: golondrinas y aviones pertenecen a una misma familia, los hirundinidos, mientras las varias especies de vencejos integran la familia de los apodididos, que forma  parte de un orden diferente, está más relacionados con los chotacabras que con aquellos.

Tras esta complicación científica se esconde una curiosa conclusión ecológica, y es que, ante la ingente biomasa de presa que constituye el plancton aéreo, dos órdenes diferentes de aves evolucionaron hasta una forma parecida en función de su necesidad de adaptación al vuelo más  perfecto entre su clase. Fue la alimentación especializada quien motivó la adaptación  de su anatomía.

Durante muchas décadas se pensó que la población de vencejos que vuelven a España tras pasar el invierno en el África Austral se mantenía estable, pero las duras circunstancias climatológicas de los últimos años y la falta de refugios en las nuevas condiciones de la edificación urbana han conducido a la especie a un declive poblacional del 27´2 por ciento, lo que es verdaderamente preocupante.

No queremos ni pensar en un verano sin escuchar el piar alegre de los vencejos simbolizando la llegada de la primavera, de manera que sea en buena hora el nombramiento del Apus apus como “Ave del año 2021”. Esperemos que cuando lleguen puedan anunciar también, en el “año de la vacuna”, tiempos mucho más felices y tranquilos desde el punto de vista sanitario.

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