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Miguel del Pino

Respeto a las fieras

Una tarde, de manera inesperada, el león se revolvió y arrancó un brazo a su cuidador ante el horror de los espectadores.

En los zoológicos modernos está más que superado el viejo concepto de "Casa de Fieras", pero la exhibición de grandes carnívoros, especialmente de felinos, tiene siempre algo de especial. Los rugidos de los leones, el paso sinuoso de los tigres o el aspecto de permanente vigilancia de los leopardos sobrecogen a los espectadores que tienen la impresión de encontrarse ante una fuerza de la naturaleza muy superior a sus posibilidades físicas. ¿Siguen siendo peligrosos estos "reyes destronados" cuando llevan ya multitud de generaciones naciendo en compañía humana?

Incidentes como el ocurrido en el zoo de Barcelona confirman que un gran depredador debe ser tratado siempre con respeto y precauciones, y que los profesionales encargados de su cuidado merecen la admiración y el respeto. Los espectadores gozan de la máxima protección, pero su conducta debe ser simplemente normal, para no provocar un accidente.

Nadie sabe lo que puede pasar por la cabeza de un ser humano para hacerle saltar al foso de los leones vestido de Rambo, pero no entremos en el terreno de la psiquiatría sino en el del comportamiento animal. Los predadores desencadenan su ataque cuando se desarrolla ante sus sentidos el esquema activador grabado en su instinto. El ser humano, con su notable estatura en posición erguida, no es la pieza venatoria ideal para un león, pero si realiza movimientos extraños o torpes, huye o se interpone en los caminos territoriales memorizados por el felino, la tragedia está servida: el animal o bien ataca o bien se abalanza sobre el intruso movido por la curiosidad y casi como un juego, que suele tener consecuencias letales.

En Madrid fue muy famoso el ataque del león "Zurich" a su cuidador, Natalio. Este accidente ocurrió en la vieja Casa de Fieras del Retiro, en la galería de felinos hoy convertida en estupenda biblioteca. Eran tiempos muy difíciles, y el bueno de Natalio sacaba un sobresueldo acariciando las melenas del hermoso ejemplar, que pertenecía a la subespecie berberisca y lucía por tanto en ellas el color negro.

Una tarde, de manera inesperada, el león se revolvió y arrancó un brazo a su cuidador ante el horror de los espectadores. Después de recuperarse Natalio se incorporó a la plantilla de la Rosaleda del Parque, de manera que cambió al león por las rosas: menos peligroso pero también menos emocionante.

En el moderno Zoo de la Casa de Campo las instalaciones gozan de las más estrictas medidas de seguridad, de manera que sería impensable un accidente protagonizado por el público, pero los cuidadores en el mundo interior de las instalaciones a las que los visitantes no tienen acceso, no deben nunca bajar la guardia. El último caso que pudo terminar en tragedia ocurrió cuando mi buen amigo Lucio, trabajador ejemplar y hombre sumamente entendido en felinos, quedó al alcance de un gran león en el momento en que trasladaba al grupo de la pradera exterior al recinto donde pasan la noche y reciben el alimento. En un recodo del túnel, la puerta cedió y el animal prendió a Lucio por el costado, lo agitó con violencia y lo lanzó contra la pared. Fue milagroso que pudiera contarlo.

Y desde luego lo contaba, a mí en cuanto me vio por primera vez, viajando ambos en el autobús. Lucio se levantó la camisa y me mostró la gran cicatriz que abarcaba todo su costado. Imaginen el asombro de nuestros compañeros de viaje.

Digamos también en honor del cuidador que mientras era trasladado al hospital decía que "no le hicieran daño al animal porque no había tenido la culpa".

No sólo el mundo de los zoológicos, también el del circo, está plagado de accidentes en los que participan los felinos. Por excelente que sea la domesticación y más o menos fingida y ritualizada la conducta de agresión a base de rugidos y zarpazos al aire, el ataque imprevisto puede ocurrir en cualquier momento. Recordamos ahora el accidente del domador Sergio Cardona, que perdió un brazo en plena pista a pesar de que su número solía desarrollarse con un aparente gran dominio del apuesto artista sobre sus bien domados leones.

Anécdotas aparte, y son muchas las que reflejan los riesgos de los cuidadores de fieras, hay que hacer una llamada a la tranquilidad en lo que respecta a la seguridad de los zoológicos, entre ellos desde luego todos los españoles. La sustitución de las rejas por fosos es deseable y estética, y permite que los animales dispongan de mayor espacio y sensación de libertad, pero es imposible blindar las instalaciones contra la imprudencia, cuando ésta llega al nivel de demencial.

Creo que es de justicia elogiar sin reservas al zoológico de Barcelona. Fue uno de los mejores de Europa y colaboró de forma ejemplar en el diseño y en el nacimiento del Zoo de la Casa de Campo, hoy Zoo acuarium de Madrid. Deseamos que el accidente no enturbie su buena imagen, lo que constituiría una notable injusticia, y por supuesto que se recupere el pobre demente que al entrar en el territorio de los leones ha puesto a prueba los instintos depredadores de unos animales demasiado poderosos para renunciar a lo que les instan sus genes.

Aunque en este caso probablemente influyó más en el ataque la simple curiosidad de los felinos que el instinto feroz de predadores que le caracteriza en libertad.

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