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Miguel del Pino

Ante la vacuna que llega: el ministro Illa y el buen alcalde extremeño

Con tremenda expresión de seriedad, Illa advierte de que no tolerará bromas ante la nueva vacuna y anuncia “sanciones contra las mentiras”.

Con tremenda expresión de seriedad, Illa advierte de  que no tolerará bromas ante la nueva vacuna y anuncia “sanciones contra las mentiras”.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, durante la rueda de prensa que ha ofrecido este viernes en San Sebastián. | EFE

Es inevitable la comparación entre la fulminante autorización de aplicación de la vacuna contra la covid que viene anunciando el Reino Unido y la que se espera por parte de la Unión Europea, y que en consecuencia aplicará España.

Ambas autorizaciones no son exactamente comparables: el Reino Unido y posiblemente también Norteamérica aplicará el modelo llamado autorización compasiva, que podríamos también llamar “de emergencia”.

La Unión Europea por el contrario lanzará, cuando se decida a hacerlo, una autorización general de tipo comercial que se diferencia de la anterior en varias matizaciones importantes, como la responsabilidad, que en la autorización compasiva no recae sobre la compañía que la elabora, al contrario de lo que afecta a los laboratorios que pongan en el mercado sus compañías productoras.

La autorización compasiva es admisible en situaciones de emergencia especial, cuando la extensión descontrolada de una epidemia y sobre todo el número de muertes que ocasiona aconseja dejar en segundo término los plazos habituales de seguridad que se exigen habitualmente a la hora de poner en el mercado una vacuna de cualquier tipo.

Una de las ventajas de la paciencia a la hora de autorizar nuevas vacunaciones es conseguir que todos los lotes lanzados al consumo sean iguales, lo que no siempre se consigue cuando se autoriza de manera obligadamente precipitada una vacunación de la manera urgente que viene a llamarse “compasiva”.

Las circunstancias de la actual pandemia covid en la Europa Comunitaria y muy especialmente la pequeña disminución de su rigor que parece notarse en las últimas semanas hace digna de valoración positiva la prudencia de la Unión Europea, aunque sea comprensible la postura del Reino Unido, que a buen seguro también será seguida en pocas semanas por Norteamérica.

El ministro Illa se indigna y amenaza

Dicho lo anterior y basándonos en declaraciones de científicos verdaderamente prestigiosos como César Hernández, Jefe del departamento de Medicina de Uso Humano de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios, vamos a las declaraciones televisivas del ministro Salvador Illa en las que se indigna ante la resistencia a la ya inminente vacunación en España por parte de un numeroso colectivo de ciudadanos. La indignación del ministro amenaza con sanciones a quienes siembren confusionismo con el uso de la mentira.

Confunde el ministro en su airada intervención a dos colectivos bien diferenciados: los negacionistas y los desconcertados, fundamentalmente por la sucesión de deficientes informaciones muchas veces basadas en la ignorancia de nuestros políticos, empezando por la del máximo responsable del Ministerio de Sanidad, tan lego en Medicina como pretendidamente serio en sus manifestaciones.

Los negacionistas tratan de convencer a la población de que no se avenga a vacunarse cuando llegue el momento, y aportan para ello toda clase de argumentos supuestamente científicos que llegan a la incursión en los terrenos de la superstición y la superchería: es una especie de vuelta al ocultismo medieval mezclado con un pretendido aire futurista en cuya vorágine llegan a advertirnos de un terrible chip para controlarnos que nos inocularán junto a la vacuna.

Podríamos comparar a estos aprendices de brujo con los derrotistas que han venido actuando en tantas y tantas guerras desmoralizando a la población con la inoculación de mentiras, en ambos casos se trata de peligrosos agentes que trabajan desde la oscuridad y que en el caso de las campañas de vacunación pueden hacer mucho daño.

Los desconcertados son personas normales, por no decir prudentes, que en el caso de nuestros conciudadanos prefieren que el vecino se vacune antes que ellos y se muestran reticentes a ser los primeros en poner el brazo ante la aguja; digamos que al menos en parte son víctimas de la pésima información que han venido recibiendo en el curso de la pandemia, información, o más bien desinformación en la que han tenido que soportar incongruencias cuando no mentiras. Mascarillas sí o mascarillas no; el virus se cae al suelo o el virus permanece en el aire; guantes sí o guantes no, por no recordar más que tres ejemplos.

Al hablar de mentiras bien de actualidad está la polémica entre las declaraciones del Ministro sobre la existencia de una comisión de expertos o la simple invención de la misma, supuestos sucesivos de su elocuencia incompatibles entre sí con la verdad que el pueblo siempre merece. Amenazar con sanciones a quienes mientan recuerda aquello de la paja en el ojo ajeno frente a la viga en el propio.

Un buen alcalde extremeño

La presunta severidad del ministro me hace remontarme a la memoria de un alcalde y juez de Paz de tiempos de la posguerra que siempre conseguía el apoyo electoral de sus convecinos de un precioso pueblo extremeño próximo a la Sierra de Hornachos, verdadero paraíso natural y cinegético hoy reconquistado como territorio lincero.

Corrían tiempos de escasez general y el pienso para los animales domésticos que albergaban los corrales se cotizaba a precio de oro, de manera que era necesario cortar los desmanes que producían las incursiones de gallinas, cerdos, y otros miembros de la fauna de consumo en los corrales vecinos, así que el buen alcalde dictó un bando en que se contemplaban multas para quienes descuidaran la seguridad de sus cercados y perjudicarán a sus lindantes. Pero los primeros infractores fueron precisamente los animales del propio alcalde, por lo que éste convocó de inmediato al pleno municipal y se impuso a sí mismo la máxima multa prevista, con la lógica aprobación de todo el vecindario.

Tome nota el señor ministro y vaya elaborando una relación de sus subordinados ineficaces o que en sus declaraciones hayan confundido a la población, desconcertada por su desastrosa gestión. En su caso, la homologación con el comportamiento del ejemplar alcalde sería la dimisión en masa, y empiece como es natural por sí mismo: no se rían…

Conocí muy bien a aquel alcalde extremeño: era mi muy querido Tío Paco, y recuerdo la anécdota en homenaje a su memoria.

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