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Miguel Posada

El polvorín andino

Hace sólo tres años en la Región Andina -es decir, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia- se producía una rápida integración económica. Todos los países gozaban de gobiernos democráticos y la economía y el comercio dentro de la región crecían aceleradamente. Avanzábamos hacia el sueño de la integración andina. Parecía que era cosa de poco tiempo que los grupos subversivos marxistas que aún quedaban desaparecieran y que los políticos aceptaran que la empresa privada era el verdadero motor del desarrollo. El derrumbe de las potencias comunistas y el retroceso del estatismo nos hacían creer que el liberalismo económico había triunfado.

Hoy, el panorama se ve mucho más sombrío. En medio de una recesión económica, el estatismo está de vuelta, las fronteras se están cerrando y el progreso hacia la economía de mercado se ha detenido. Pero más grave aún que el retorno del estatismo a ultranza, es la aparición de una renovada amenaza comunista. La prosperidad y la paz de la región se ven amenazadas hoy por dos viejas y perversas corrientes ideológicas: el estatismo y el marxismo.

Hace unos pocos años, el Perú había vuelto a tener una pujante economía de mercado y había derrotado a los terroristas marxistas. La crisis bancaria venezolana había sido superada y ese país avanzaba hacia una economía menos dependiente del petróleo. En toda la región el ahorro interno, con la adopción de sistemas de pensiones de ahorro individual, hacía vislumbrar un aumento de la inversión. A pesar del problema subversivo, Colombia vivía una bonanza económica.

Pero hoy el panorama es bien distinto. En Colombia, el presidente Pastrana está atrapado por un Proceso de Paz que no avanza y parece incapaz de superar los errores que caracterizaron su inicio. La subversión no cuenta con apoyo popular, pero a través del terror está haciendo grave daño a la economía.

En Venezuela se ha suspendido la reforma del sistema de seguridad social. El presidente Chávez, partícipe desde hace tiempo del nefasto Foro de Sao Paulo, parece conducir a Venezuela hacia alguna versión del marxismo. La cercanía de Chávez con Fidel Castro es estrecha y al lado del culto a un Simón Bolívar desdibujado, se ha iniciado el culto al Che Guevara. Además, el caudillo venezolano mantiene estrechos vínculos con la subversión colombiana.

En el Ecuador, la sombra del marxismo matiza un movimiento indigenista que revive odios étnicos que parecían superados. En el Perú, el gobierno de Fujimori se derrumbó y las elecciones pueden ser ganadas por el candidato Toledo, cuya ideología se desconoce, pero que goza de un preocupante apoyo de la izquierda nacional e internacional. En Bolivia los campesinos protestan por la política de erradicación de la coca y la sustitución de cultivos.

En medio de esta turbulencia, el sueño de la integración puede volverse una pesadilla. Dentro de Venezuela, Hugo Chávez ha desmantelado, paso a paso, las instituciones democráticas. Hay indicios de que se está conformando un nuevo eje marxista, financiado no solamente con los enormes recursos del narcotráfico, sino ahora con la gran riqueza petrolera venezolana. Ya Chávez dio el primer paso con la financiación que concedió a Cuba y se cree que ha financiado facciones de extrema izquierda en el resto de la región andina. Lo que antes era una región llena de esperanza parece haberse tornado en un polvorín que puede estallar en cualquier momento.

© AIPE

Miguel Posada es director del Centro de Análisis Sociopolíticos de Bogotá.



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