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Miguel Posada

Guerrilla con más vidas que un gato

El Ejército de Liberación Nacional (ELN), guerrilla marxista que le sigue en importancia a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), parece tener más vidas que un gato. Esto se debe más a la torpeza de los gobiernos que a su destreza militar.

El ELN se salvó de la extinción por intervención del gobierno de Alfonso López en 1973. El ejército le había tendido un cerco en la región de Anorí, en Antioquia. Ya había dado de baja a la mayoría del grupo, cuando un enviado suyo logró convencer al gobierno de que ordenara levantar el cerco a cambio de negociar la paz. Pronto los terroristas incumplieron lo pactado.

Parece que ahora la historia se repite. En días pasados el ELN secuestró varias decenas de personas cerca de Cali, la tercera ciudad del país. Ese mismo grupo había secuestrado hace unos meses a toda una congregación católica que asistía a misa. En esa ocasión liberaron a los rehenes, después de recibir varios miles de millones de pesos en rescate. Esta vez, el ejército montó una operación que persiguió al grupo armado en forma implacable. Los bandidos se vieron obligados a dejar en libertad a la mayoría de los rehenes y perdieron en combate a más de la mitad de sus efectivos. En todo el proceso murieron tres de los rehenes. El ELN no tuvo el acto humanitario de dejarlos en libertad oportunamente, cuando su salud decayó ante el maltrato y las difíciles condiciones. Pero, cuando ya las tropas estaban a punto de dar el golpe final, intervino el gobierno para obligar al ejército a abrir el cerco, a cambio de la liberación de los últimos secuestrados. Otra vez se salvó el ELN. Se quiso evitar arriesgar la vida de los rehenes, pero el ejército está convencido que los habría podido rescatar, mientras acababa o capturaba a los delincuentes.

Aparte de la retirada de las tropas, el gobierno convino que los rehenes no serían llevados a la Brigada, donde los esperaban sus familiares y la prensa, sino a una base aérea. Allí se bañaron y cambiaron de ropas, para que la opinión pública no conociera el lamentable estado en que estaban. También se hicieron esfuerzos por evitar que la prensa registrara el agradecimiento de los familiares hacia al ejército.

El general Jaime Canal, quien había dirigido las operaciones que condujeron a la liberación de los rehenes, renunció, disgustado por las concesiones hechas al ELN. Aunque el presidente Pastrana se vio obligado a reconocer la labor del ejército, se cuidó de mencionar al general Canal. Sin embargo, unos días después, una multitudinaria manifestación en Cali expresó su respeto por el general. La población está convencida de que las repetidas concesiones no llevarán a la paz, y exige firmeza del gobierno frente a los terroristas.

El hecho es que el frente José María Becerra quedó diezmado. En estos días también fue capturado Armel A. Robles, alias El Chino, comandante del frente más rico y poderoso del ELN. Pero el gobierno parece no ahorrar esfuerzos para mantener vivo al ELN. Insiste en entregarle a ese grupo una zona de despeje, parecida a la que se entregó a las FARC, para allí desarrollar una “Convención Nacional”. Nadie duda que será un sitio de refugio y fortalecimiento, como lo ha sido la “Zona de Despeje” cedida a las FARC. Así podrá salvarse una vez más este grupo guerrillero, debilitado por acción de las tropas, los paramilitares y las mismas FARC.

Es insensato darle “aire” al ELN. Si el grupo realmente desea la paz, el gobierno debe negociar en el exterior su rendición, en términos generosos si se quiere, pero sin hacerle concesiones políticas. Lo contrario será repetir el fatal error de Anorí.

© AIPE

Miguel Posada es director del Centro de Análisis Políticos de Bogotá.

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