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Pablo Molina

Alberto Garzón y yo

En mi barrio trabajamos mucho y pagamos impuestos. Sin embargo, no nos llega da para irnos de luna de miel a Nueva Zelanda ni para comprar palacetes de 600.000 euros como los líderes comunistas.

En mi barrio trabajamos mucho y pagamos impuestos. Sin embargo, no nos llega da para irnos de luna de miel a Nueva Zelanda ni para comprar palacetes de 600.000 euros como los líderes comunistas.
Alberto Garzón | EFE

Los y las estrategas de Unidas Podemos han llenado la calle donde vivo de carteles con la imagen sonriente de Alberto Garzón. Los muy astutos creen que así van a torcer mi voluntad y hacer que vote a un partido de izquierdas por primera vez en mi vida. ¡Ja! No lo conseguirán, pero he de reconocer que la presión psicológica de ver a Garzón varias veces al día mirándote desde la farola situada frente a la puerta de tu casa podría llegar a doblegar a espíritus menos curtidos.

Cada mañana, cuando salgo temprano a hacer eso que Garzón y sus colegas aún no han experimentado a su treinta y muchos años, el candidato de Unidas etc. me observa con una sonrisa que quiere fingirse normal. "¿Qué tramas, rojo?", le espeto en plan Clint Eastwood, pero su imagen no me da más pistas que esa mirada de felicidad. Sonrisa muy sospechosa, claro, porque si este muchacho está contento es que hay motivos para que los demás estemos preocupados.

El problema con esta cartelería es que muy bien podría ser la avanzadilla para hacer actos de campaña en una plaza cercana donde se alza, imponente, un centro municipal. El peligro es terrible, porque las campañas de Unidas Podemos van unidas a una batucada, elemento presuntamente artístico e imprescindible en las movilizaciones podemitas a pesar de su evidentísima zafiedad. Hay miedo en mi calle, porque un zamarreo constante de bongos mientras Garzón te mira desde la farola puede hacer que algún vecino salga gritando: "¡Os voto, os voto, pero dejadlo ya!".

En mi barrio vamos a misa, respetamos el mobiliario urbano, trabajamos mucho y pagamos impuestos. Sin embargo, no nos llega da para irnos de luna de miel a Nueva Zelanda ni para comprar palacetes de 600.000 euros como los líderes comunistas. Qué listo ha sido Garzón poniéndose a vigilar mi calle. Algún voto sacará.

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