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Pablo Molina

Batacazo del doctor Sánchez a pesar de Ana Pastor

Pedro Sánchez demostró que no dirige un Gobierno, sino una pandilla de iluminados tan alejados como él de la realidad.

Pedro Sánchez demostró que no dirige un Gobierno, sino una pandilla de iluminados tan alejados como él de la realidad.
Los dos protagonistas de la entrevista. | Valentín Carrera/Moncloa

El presidente del Gobierno acudió este domingo a La Sexta a ser entrevistado por la estrella indiscutible de la cadena progresista, Ana Pastor. El listón del programa estaba a una profundidad inalcanzable tras la entrevista del domingo pasado a Quim Torra, pero justo es decir que Sánchez hizo lo posible por batir al presidente locuelo de la Generalidad. Al menos lo intentó.

El doctor hizo dos afirmaciones de enjundia a lo largo del programa, a saber: "Yo soy el presidente del Gobierno, Ana" y "solo tengo 84 diputados, Ana". Y para fijar en la mente de los espectadores ambos hallazgos, repitió las dos frases hasta la saciedad.

La entrevista comenzó hablando del Asunto, pero sin mayor trascendencia porque Ana Pastor no se prepara adecuadamente las entrevistas. En esta ocasión habría bastado poner en pantalla la imagen de párrafos completos sin entrecomillar de la tesis del presidente que coinciden literalmente con documentos oficiales del Ministerio de Industria cuando lo dirigía Miguel Sebastián. Entonces sí habría adquirido pleno sentido la pregunta que Ana Pastor le lanzó a bocajarro: "¿Ha plagiado su tesis, presidente?". Al no cumplir con esa premisa, las repreguntas sobre ese asunto carecieron de interés y solo sirvieron para que la periodista interrumpiera absurdamente al entrevistado con cuestiones de carácter circunstancial.

Pedro Sánchez demostró que no dirige un Gobierno, sino una pandilla de iluminados tan alejados como él de la realidad. De ahí sus esfuerzos por disimular las tremendas meteduras de pata y las continuas desautorizaciones de unos y otros, salvo en el asunto de la exhumación de Franco. Ahí se mantiene la unanimidad.

Pero la entrevista tuvo momentos gloriosos, como corresponde a un personaje de tan extraordinaria banalidad. El primero tuvo que ver con el nuevo impuesto al combustible diésel, al que Sánchez acusa de provocar nada menos que 30.000 muertos anuales en España por su pernicioso efecto contaminador. Esto de que hay que combatir la contaminación para evitar decenas de miles de muertos lo dice un señor que va a los conciertos de su grupo preferido en avión oficial. No hace falta añadir nada más.

También anunció varias alegrías a los contribuyentes como la subida del impuesto de sociedades, la creación de una nueva tasa a las transacciones financieras, otra a las empresas tecnológicas y una fuerte subida del IRPF a las rentas más altas a pesar de que reconoció que la gente rica no paga ese impuesto. Hombre, su ministerio de Hacienda sostiene por el contrario, echando mano a las estadísticas de las liquidaciones anuales, que el 10% de las rentas más altas paga prácticamente la mitad de la recaudación total. Si un doctor en Economía ignora un hecho tan relevante no puede resultar extraño que existan cada vez más dudas sobre el verdadero origen de su tesis doctoral.

Otro tanto cabe decir de su rectificación sobre la venta de bombas a Arabia Saudí. Gracias a la ministra portavoz ya sabemos que son bombitas de progreso que van preparadas para no matar yemeníes. Las autoridades saudíes piensan distinto, claro, y están dispuestas a bombardear a los rebeldes huzíes allá donde los encuentren. El presidente reconoció este extremo anoche y asumió la contradicción de defender la paz universal mientras sus bombas revientan yemeníes. Pero Sánchez es de izquierdas y lo que cuenta es la intención. Además, "solo tengo 84 diputados, Ana". ¿Cómo se le puede exigir a un presidente en esas condiciones nada más?

Sánchez se pegó un sonoro batacazo ante la audiencia de La Sexta, que tampoco es que sea mucha pero goza de cierta representatividad. Y lo peor de todo es que aún hay mucho margen para empeorar en los meses venideros. Si en el PSOE no hubiera tanto inútil trincando un sueldo público gracias a este Gobierno, los barones obligarían al doctor a anunciar mañana mismo un adelanto electoral.

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