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Pablo Molina

Bienvenido Mr. Chávez

ZP, en cambio, ha visto claramente que el caudillo venezolano es un elemento imprescindible para conformar el eje político que ha de sustentar el nuevo orden mundial

La revolución bolivariana, puesta en marcha por el Coronel Chávez en Venezuela para ejemplo de las naciones que todavía se arrastran bajo el yugo capitalista, lleva camino de convertirse en el nuevo paradigma democrático de la progresía internacional. La vanguardia de nuestra izquierda, con las masas encefálicas a la cabeza, ha demostrado en repetidas ocasiones su entusiasmo por la «nueva experiencia democrática» venezolana, en un proceso que, finalmente, ha culminado con la concesión del certificado de exquisitez democrática emitido al efecto, como no, por nuestra universidad pública, siempre dispuesta a recompensar con agasajos y medallas a los enemigos del Sistema (capitalista).
 
A Hugo Chávez Frías, la democracia le debe ya para siempre, el diseño de su mutación perfectiva, gracias al cual, el viejo sistema demoliberal se transmuta en un nuevo régimen, capaz, éste sí, de dar satisfacción a las demandas del pueblo soberano. Demandas que, por cierto, el soberano (así se refiere el Tocqueville caribeño a los ciudadanos) le plantea en directo en el interesantísimo programa televisivo "Aló Presidente", que todas las cadenas de televisión llegaron a estar obligadas a emitir de forma simultánea, constituyendo un aleccionador ejemplo de cómo ha de ser entendida la libertad de expresión en un Estado genuinamente democrático. «Aló Presidente», que por desgracia ha abandonado la parrilla diaria, era un programa de televisión altamente recomendable para comprender, en su verdadera esencia, las dimensiones de esta «nueva experiencia democrática». Chávez, ante las cámaras ha cesado ministros, ha concedido cientos de préstamos al soberano con fondos de la Presidencia de la República, ha manifestado su indignación contra la oligarquía depredadora, ha expropiado empresas y, sobre todo, ha interpretado miles de canciones. Y así, entre guajiras, calypsos, congas y criolleras, la Revolución Bolivariana iba tomando cuerpo en base a los tres pilares esenciales que conforman los sistemas políticos de la izquierda: populismo inveterado, economía centralizada y antiamericanismo primario.
 
Yerra gravemente González Márquez cuando califica de golpista a una personalidad de la talla del líder bolivariano, merecedor, entre otras distinciones, del prestigioso «Premio Gadafi de derechos humanos 2004», quizás el primer paso hacia el Príncipe de Asturias.
 
ZP, en cambio, ha visto claramente que el caudillo venezolano es un elemento imprescindible para conformar el eje político que ha de sustentar el nuevo orden mundial. Hablamos, naturalmente, de la línea La Habana–Caracas–Madrid–Ulan Bator, ésta última, a la sazón, capital de Mongolia; Moratinos.

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