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Pablo Molina

Chorradas y gordas

Se ha dicho del guión, obra de la flamante ministra de Kultur, que es el peor que jamás se ha escrito y se escribirá en la Historia del Cine. También hay quien dice que lo que pasa es que no hay guión, sino sólo un señor con una cámara filmando cretinos.

A través de ciertos vericuetos de internet que aún permanecen expeditos a la espera de que la ministra del ramo los cancele, he podido echar un vistazo al último taquillazo del cine español de cuyo guión es coautora precisamente la ministra Sindescargas. Me ha pasado como a aquel catedrático que durante la II República aparecía a veces por la facultad de Filosofía anunciando que no podía dar clase ese día por encontrarse "transido de Kant". Yo, amigos, también estoy transido de Sinde, y perdonen el trabalenguas.

La clave del éxito de esta película es su ortodoxia respecto a los tres pilares básicos que explican el éxito rutilante de nuestro cine actual: Diálogos oligofrénicos, tetas en primer plano y drogas a mogollón. El argumento de Mentiras y gordas está a la altura de las grandes producciones cinematográficas que han hecho historia en el séptimo arte, con unos actores de personalidad arrebatadora y una trama magistral que te mantiene en vilo hasta que aparecen los títulos de crédito. Básicamente se trata de mostrarnos las apasionantes vivencias cotidianas de un puñado de fumetas analfabetos entre los que encontramos a un gay que quiere perforar a su mejor amigo, una lesbiana vergonzante intentando encontrar su identidad sexual, una gorda deprimida porque su novio quinqui la ha dejado y otras dos chicas que no hacen nada pero enseñan mucho las tetas. Para redondear el argumento, mientras la trama se va desarrollando en un intenso crescendo con giros magistrales y los espectadores se plantean incesantes preguntas cada vez más angustiosas (¿Se lo montarán estos dos en el retrete? ¿En qué serie de TV he visto yo este culo?), los protagonistas se ponen de pastillas y coca hasta las trancas.

Se ha dicho de este guión, obra de la flamante ministra de Kultur, que es el peor que jamás se ha escrito y se escribirá en la Historia del Cine. También hay quien dice que lo que pasa es que no hay guión, sino sólo un señor con una cámara filmando cretinos mientras fornican y consumen estupefacientes. No estoy de acuerdo. Aquí hay una historia muy bien trabajada y brillantemente resuelta, como lo demuestran algunos diálogos, a cuyo lado palidecen Casablanca y Blade Runner. Sólo un par de ejemplos:

– Yo no soy lesbiana.
– Yo tampoco. Yo amo a las personas. No creo en las etiquetas. Eso es producto de una educación lamentable.

¡Guau! Qué fuerte ¿no? Pero eso no es todo. Atención a la reflexión metafísica de un joven efebo respecto al papel del ser humano en la sociedad actual:

– Si no haces nada no cambiará nada.
– ¿Y tú qué haces para cambiar las cosas?
– Vivir, follar, usar condón, drogarme... Esa es mi forma de protestar.

Después de estos dos ejemplos que sobrecogen a los espíritus más cultivados ¿Seguirá algún indocumentado sosteniendo que Mentiras y gordas es la basura más fétida que jamás ha producido el ya de por sí mefítico cine español?

Por cierto, Ana Polvorosa es la única actriz que desentona en esta producción surgida del caletre de la ministra. Su dicción correcta, su rostro expresivo y su elegancia interpretativa deberían proscribirla para futuros papeles, porque si el ejemplo cunde nuestro cine puede acabar perdiendo sus señas de identidad. Afortunadamente tenemos a la coguionista de esta obra maestra como ministra deKulturpara llamar al orden a los rebeldes. Que se lo pregunten a las asociaciones de usuarios de internet.

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