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Pablo Molina

Cuidado, ya estamos aquí

Hasta hoy, en la tele sólo se reían los de siempre y, además, de lo de siempre (Aznar y Bush, principalmente). A partir de ahora lo haremos también los demás. Nos vamos a divertir un huevo, ya lo verán.

España debe ser uno de los pocos países del mundo en que la mitad de la población no se siente representada en las televisiones generalistas. Cualquiera de nuestros lectores puede comprobarlo simplemente sentándose frente al televisor a la hora del telediario vespertino y tirar de mando para dar un repaso desde TVE-1 hasta La Sexta. No hay ni una sola cadena de televisión que, no digo ya que defienda, sino que respete mínimamente los valores, principios e ideas de la población conservadora o liberal, que en conjunto forma el espectro ideológico de la derecha española. De los potitos ideológicos de la televisión pública –su función es y ha sido siempre aleccionar con propaganda, bajo cualquier gobierno– a los guiños de extrema izquierda de los noticiarios de Tele 5, pasando por las crónicas lisérgicas del corresponsal de Antena 3 en Estados Unidos, empeñado en presentarnos a ese país como una Somalia tomada por los nazis, no existe ningún medio de comunicación audiovisual de masas que ofrezca información sin ese mefítico sesgo progre que el conjunto de las televisiones tiene asumido como principio fundacional. Esto no es un invierno mediático; es una glaciación en toda regla.

La aparición de Libertad Digital TV es una buena noticia para esa población actualmente huérfana de referentes televisivos y mala para los detentadores del monopolio del pensamiento (llamémosle así) de izquierdas en el mundo audiovisual. En realidad no deberían sentirse amenazados por una televisión pequeña como la nuestra, con una cobertura limitada a tres comunidades autónomas, pero están tan acostumbrados al monopolio que no toleran ningún resquicio en lo que consideran "su negocio". Y cuando escribo "negocio", no me refiero sólo al beneficio empresarial, sino principalmente a la tarea de modelar las mentes a través de la cultura y la información, que es la auténtica empresa a la que la izquierda ha dedicado desde siempre sus mayores esfuerzos.

Pero como siempre, internet juega aquí también un papel decisivo. Los primeros trabajos de Libertad Digital TV baten records de descarga en los principales medidores internacionales, los accesos a la web no dejan de crecer y poco a poco aumenta la sensación generalizada de que nos encontramos ante un fenómeno difícil de parar. Los responsables de los centros periféricos de LDTV ya sabíamos que algo de esto iba a pasar, por la ansiedad creciente con que la gente te pregunta por la calle sobre cuándo van a comenzar las emisiones en su localidad. Hace unos meses te planteaban la cuestión con cortesía; desde que comenzaron las retransmisiones por internet directamente te agarran por las solapas y te exigen que les des una fecha. Los expertos de marketing deben guardar en sus hemerotecas algún caso semejante, pero yo no recuerdo ningún producto, aparte de las videoconsolas, que antes de ser puesto en el mercado haya despertado tal expectación. Una prueba más de hasta dónde ha llegado esta glaciación postaznarista.

Venimos a ofrecer información veraz y a defender nuestras ideas sin complejos –los lectores de Libertad Digital saben que nuestro producto es 0% Gallardón–, para que esa "mitad de España que no se resiste a morir" de un atracón de telebasura informativa tenga un canal con el que se sientan identificados.

Hasta hoy, en la tele sólo se reían los de siempre y, además, de lo de siempre (Aznar y Bush, principalmente). A partir de ahora lo haremos también los demás. Nos vamos a divertir un huevo, ya lo verán.

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