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Pablo Molina

El Vidalato

Tal vez no fuera casual que Rubalcaba se dirigiera a Rajoy durante la primera media hora como si tuviera ante él al nuevo presidente del gobierno. Con un poco de suerte, Mariano podría nombrarlo subsecretario a pesar de su condición de socialista.

Los debates entre dos candidatos a las elecciones se dirimen exclusivamente entre ellos, de igual forma que los partidos de dobles, como su propio nombre indica, los disputan dos tenistas en cada campo. Si se quiebra esa igualdad, el equipo con mayoría de integrantes tiene una ventaja decisiva sobre el contrincante, a menos que éste sea un superhombre capaz de correr el campo en todas las direcciones sin agotarse, o los dos rivales que juegan emparejados sean especialmente zoquetes.

Mariano Rajoy se enfrentó anoche a uno de estos desafíos que, como aventuraban todos los pronósticos, lo situó desde el principio en una posición desventajosa. Poco importó, porque la ruina socialista es tan evidente que ni siquiera las constantes ayudas del árbitro de la disputa consiguieron salvar a su candidato. Ahora bien, como espectáculo televisivo, la actuación del supuesto moderador fue bastante bochornosa.

A estas alturas de su carrera profesional, Campo Vidal debería ir pensando seriamente en introducir algunas dosis de ecuanimidad en su desempeño mediático, en especial cuando resulta seleccionado para dirigir los escasísimos debates electorales que nuestra famélica democracia organiza, generalmente cada dos legislaturas.

Campo Vidal moderó a Rajoy con exquisito rigor y a Rubalcaba, en lugar de moderarlo, lo animó a que soltara alguna pobre sentencia extra utilizando el tiempo añadido que graciosamente le otorgó siempre que lo estimó conveniente.

Arriola, que es la persona que más sabe de estos asuntos (también), sostiene que los debates televisivos sólo modifican la intención de voto de manera marginal. Seguro que es así, si lo dice él, pero por respeto a los televidentes, muchos de los cuales votan al PP, las formas de estas disputas televisivas debieran estar más cuidadas para dar una cierta apariencia de imparcialidad.

A pesar de las ayudas arbitrales del Vidalato, Rubalcaba parece haberse pegado un bofetón importante, porque ni siquiera los medios de izquierdas se han atrevido a darle como ganador del debate. Si hasta La Secta confirma en sus encuestas que el triunfador fue Rajoy, el resultado es como para que en la calle Ferraz se vayan tentando la ropa.

Tal vez no fuera casual que Rubalcaba se dirigiera a Rajoy durante la primera media hora como si tuviera ante él al nuevo presidente del gobierno. Con un poco de suerte, Mariano podría acabar nombrándolo subsecretario a pesar de su condición de socialista. No será porque no haya precedentes.

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