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Pablo Molina

Estado de nervios

Hablar de Estado de derecho y socialismo resulta incongruente, claro, pero hasta el PSOE había respetado siempre ciertos límites formales. Ahora ya no.

El Gobierno de Rubalcaba le ha cogido gusto a las excepciones constitucionales y parece muy cómodo con el estado de alarma que decretó el día de autos. En España sólo los socialistas pueden actuar de forma autoritaria a pesar de sus constantes apelaciones a las cuatro virtudes cardinales del progresismo (diálogo, talante, mestizaje y tolerancia), porque para eso se han encargado de manipular el imaginario colectivo dotándose de una legitimidad que debería negárseles aunque sólo fuera por la perversidad de las ideas que profesan. La derecha política, travestida de un centro-reformismo esquivo, es incapaz de hacer algo parecido ante la amenaza cierta de ver arder todas y cada una de sus sedes a causa de los mismos que hoy alaban la altura de miras de Rubalcaba, dispuesto a prorrogar la excepcionalidad democrática lo que sea menester, es decir, hasta que le salga de los pajines.

Si el aturdimiento inicial, provocado por el boicot de los controladores y la necesidad de superar esa crisis nacional en el menor tiempo posible, podían servir de disculpa para las medidas extremas adoptadas, el Gobierno de España, con Rubalcaba a la cabeza, debería abstenerse de prorrogar ahora una situación anómala cuya extensión en el tiempo sólo obedece a la "inetitud" del responsable de Fomento y sus compañeros y compañeras de Gabinete.

Porque, ¿qué ha hecho el ministro Blanco en los diez días transcurridos desde que estalló el motín? Nada, como saben bien hasta los blanquistas más irredentos. El caso de Pepiño no hubiera desentonado si el Ejecutivo estuviera dirigido por el otro "ineto", pero siendo presidente Rubalcaba hay una exigencia de efectividad reclamable a todos sus miembros y miembras aunque sea para hacer el mal.

La prolongación del estado de alarma hasta que pasen las fechas navideñas es tan sólo el reconocimiento de la incapacidad de un Gobierno para gestionar los asuntos comunes utilizando los recursos normales del Estado de derecho. Hablar de Estado de derecho y socialismo resulta incongruente, claro, pero hasta el PSOE había respetado siempre ciertos límites formales. Ahora ya no. Casualmente todo comienza a torcerse cuando Rubalcaba decide sustituir a Zapatero al frente del Gobierno. ¿Casualmente?

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