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Pablo Molina

Este no es mi Pizarro

Sólo con que le hubiera dicho a Solbes la mitad de cosas que ha venido sosteniendo en la precampaña, Pizarro se hubiera llevado el debate de calle. Sin embargo, no sabemos por qué, el número dos de Rajoy dejó escaparse vivo al todavía ministro de Economía

El primer debate electoral, y primera ocasión en que pudimos ver en acción al fichaje estrella de Rajoy, fue decepcionante para los que defendemos las ideas liberales. Las mismas, por cierto, que ha respaldado siempre Manuel Pizarro... hasta que acudió al plató de Antena 3 Televisión.

No sé si le echaron algo en el botellín de agua (con los socialistas uno debe andar siempre con cuidado), o los asesores de Génova le sometieron esa mañana a una sesión especial para convertirle en el perfecto candidato del PP (descrispado, talantudo y moderadamente socialista), pero el efecto narcótico fue fulminante.

Sólo con que le hubiera dicho a Solbes la mitad de cosas que ha venido sosteniendo en la precampaña, Pizarro se hubiera llevado el debate de calle. Sin embargo, no sabemos por qué, el número dos de Rajoy dejó escaparse vivo al todavía ministro de Economía. Y es que lo peor que puede hacer un candidato de la oposición es entrar en el juego dialéctico que le propone quien se enfrenta a las elecciones desde el poder.

A Solbes le interesaba que su rival limitara su discurso a la valoración técnica de las cifras macroeconómicas, pues a los ojos de los espectadores eso es dar por buenos los principios generales en que el Gobierno ha basado su política económica, frente a los cuales el aspirante a gobernar sólo puede defender que su partido haría lo mismo... sólo que mejor.

Sin embargo, lo que muchos esperamos del Partido Popular en esta campaña, la más reñida de las últimas en España, es que defienda sin complejos un programa político completamente distinto del que ofrecen los socialistas.

Sólo un ejemplo. Cuando Solbes interrogó a Manuel Pizarro sobre nuestro sistema de pensiones, el candidato del PP sólo acertó a decir, bastante nervioso, que su partido apoya el sistema actual. Sin embargo, Pizarro sabe perfectamente que el sistema público de reparto es insolidario e insostenible en el tiempo, y que lo único decente y con futuro es instaurar un sistema de capitalización con libertad para que los ciudadanos, además, elijan si quieren confiar sus pensiones al Estado o prefieren un plan privado. Pero resulta, como le espetó Solbes, que este último es el programa que implantó en Chile el dictador Pinochet (con gran éxito, por cierto). Y aquí Pizarro se vino abajo, se desdijo de toda su trayectoria anterior y aún tuvo que aceptar que Solbes le sacara la portada de un periódico en la que se recogían esas lejanas afirmaciones suyas, tan sensatas por otra parte.

Si Manuel Pizarro fue realmente sincero en las cosas que dijo durante el debate, el tirón popular entre quienes estamos hartos de pagar impuestos y veíamos en él alguien capaz de formular una enmienda a la totalidad al Estado del bienestar socialista va a ser escaso. Si, por el contrario, traicionó sus principios aconsejado o no por el Arriola de guardia, estamos entonces ante un político incapaz de defender sus ideas con energía cuando llega la hora de la verdad. En cualquiera de los dos casos, muy mal.

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