Telecinco, el canal que ofrece la mejor y más variada programación cultural en todo el panorama televisivo, dedicará parte de su atención a las elecciones del próximo 26 de junio. Parece que los responsables de la cadena han encontrado un pequeño hueco entre Sálvame Limón, Sálvame Naranja, Sálvame de Luxe, Supervivientes el Debate y Supervivientes Resumen Diario, y han decidido llenarlo con información política pero, eso sí, al estilo Telecinco.
La Sexta, como cadena "del pueblo" que es, pondrá a su vez precisamente a ese mismo pueblo a preguntar a los políticos los sábado por la noche. Lo hará a través de un grupo de familias seleccionadas previamente, para que representen con fidelidad el crisol de la sociedad española. Los niños de esas familias podrán hacer también alguna pregunta, naturalmente bajo la supervisión de sus papás, pero sólo para dar un toque de ternura a la política española, generalmente tan avinagrada.
La idea es interesante, pero había que ir más allá. Para eso está Telecinco, claro. El canal de Mediaset enfrentará a los principales líderes políticos con las preguntas supuestamente espontáneas de un grupo de niños sin presencia de los padres. Ana Rosa Quintana presentará y moderará esta fórmula novedosa en la que unos niños actuarán como adultos, ante un político que pretenderá hacerse pasar por un niño para disfrute de la población septuagenaria que integra el grueso de su audiencia. ¿Dónde está el defensor del menor cuando se le necesita? Viendo Sálvame Naranja y anotando en un bloc las palabrotas que se dicen en horario infantil.
Sin embargo pocas maneras hay de corromper la pureza de la infancia peores que mezclar a los niños con la política, un submundo del que los padres deberían preservar a toda costa a sus criaturas al menos hasta los cuarenta y dos años, cuando adquieren uso de razón y ya piensan seriamente en ir marchándose de casa.
Los niños de Telecinco, analistas políticos por un día, serán seguramente un éxito de audiencia entre los espectadores habituales de la cadena. Los demás nos tendremos que conformar con el espectáculo impagable de ver a Pablemos, nuestro Zelig, convertido en Torrebruno por un día.