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Pablo Molina

La bravura retardada de Alfonso Guerra

El toro de Alfonso Guerra salió a la plaza en 2005 y, en lugar de echarle de aquello y matarlo, lo perdonó. Aquí tiene el resultado.

El toro de Alfonso Guerra salió a la plaza en 2005 y, en lugar de echarle de aquello y matarlo, lo perdonó. Aquí tiene el resultado.
Alfonso Guerra. | Eduardo Parra | Europa Press

El vicepresidente del Gobierno durante el felipismo anda por las tertulias mostrando su escándalo por los indultos que el Gobierno de su partido ha concedido a los responsables del intento de golpe de Estado en Cataluña. El hombre parece sincero y justifica su rechazo con argumentos de gran solidez, componiendo una figura insólita en el ecosistema sociata, perfectamente en calma, como si en vez de golpear los cimientos de nuestro régimen constitucional el Gobierno hubiera concedido una subvención a Cáritas.

Guerra es un tipo valiente, eso es cierto, solo que la bravura le llega con un poco de retraso. Con quince años de demora, para ser exactos, que es el tiempo que hace que la primera fase del Golpe llegó al Congreso de los Diputados para que él y sus correligionarios lo asperjaran con sus votos a favor.

Porque el tipo que rechaza las pretensiones de los independentistas y se escandaliza por que su partido premie a los instigadores del Golpe era presidente de la Comisión Constitucional cuando el nuevo estatuto catalán, pactado por Zapatero y Artur Mas, inició su tramitación parlamentaria. Aquel texto aseguraba que Cataluña es una nación y que el "reconocimiento de una posición singular de la Generalitat" se fundamentaba "en los derechos históricos del pueblo catalán". Alfonso Guerra no solo votó a favor, sino que, en su papel de presidente de la comisión, se encargó de que el texto se despachara al Congreso con el marchamo de una perfecta constitucionalidad.

La cuestión es que, si Cataluña es una nación y el pueblo catalán es fuente de derecho, ¿Por qué castigar a unos señores que hacen honor a ese mandato bendecido en su día por Alfonso Guerra y todos los diputados socialistas? Aquí los que actúan con coherencia son los independentistas y Pedro Sánchez; no los que, como Guerra, primero avalaron las pretensiones soberanistas del independentismo y ahora que se sustancian quieren evadir su responsabilidad.

"Al burro muerto, cebada al rabo", reza el dicho popular, similar a aquel otro sobre un muerto y una lanzada, cuyo tenor literal obviamos para evitar un disgusto con la policía del pensamiento sanchista, pero la esencia es la misma.

A Joselito el Gallo, paisano de Guerra, lo acusaban de cambiar a su conveniencia los carteles de las ferias taurinas. En una ocasión, un torero de Valladolid fue a la estación de Renfe de la localidad y se enfrentó a gritos con el Rey de los Toreros acusándolo de haberlo boicoteado. Joselito hizo que el empresario lo pusiera al día siguiente con él en una corrida mano a mano. Ese día, el diestro local, avergonzado, se acercó a Joselito en el patio de cuadrillas y le pidió disculpas, a lo que gallito le respondió: "Usted no tiene que pedirme perdón por nada. Ahora, los cojones que me echó a mí en la estación, écheselos al toro".

El toro de Alfonso Guerra salió a la plaza en 2005 y, en lugar de echarle de aquello y matarlo, lo perdonó. Aquí tiene el resultado. Ahora, a callar y a tragar como un campeón.

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