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Pablo Molina

La ministra marsupial

Una vez que los podemitas pisan moqueta su realidad paralela les hace creer que protagonizan gestas heroicas cuando no hacen más que el ridículo.

Una vez que los podemitas pisan moqueta su realidad paralela les hace creer que protagonizan gestas heroicas cuando no hacen más que el ridículo.

Los vídeos de Irene Montero desde que llegó al ministerio de Igualdad son el mejor argumento en contra de la existencia del ministerio de Igualdad. Pero ella no se da cuenta, porque una vez que los podemitas pisan moqueta y tocan presupuesto la realidad paralela en la que viven les hace creer que protagonizan gestas heroicas cuando no hacen más que el ridículo.

La última producción del equipo audiovisual que rodea a la señora de Iglesias hasta cuando realiza las actividades más nimias (es mejor no pensar dónde ha fijado el límite la ministra) es un perfecto resumen de lo que la extrema izquierda puede llegar a dar de sí en términos de vergüenza ajena. Si dentro de un par de generaciones alguien pregunta qué significó Podemos en la política española solo habrá que mostrarle el vídeo de Irene con el zagal colgado a la marsupial por los pasillos del ministerio.

En uno de los minidocumentales más celebrados aparecen las funcionarias del ministerio tramando una sorpresa para la ministra el día de su cumpleaños porque, en palabras de una de ellas, "hay que darle mimos a Irene", así que le compran una tarta de cumpleaños y acuden todas al despacho de la ministra cantando en procesión. Esta actitud hacia el jefe sería interpretada en cualquier órgano oficial como la bajeza servil de un grupo de pelotas y enchufados, pero en un ministerio podemita hacen un vídeo y lo colocan en las redes sociales como ejemplo del abnegado cumplimiento del deber. Y la ministra con el zagal en brazos, para que el sonrojo sea global.

El concepto de exigencia laboral de estas chicas que dirigen la cosa de la igualdad queda también patente en el vídeo, cuando una de ellas desvela el ritmo infernal de trabajo de ese ministerio. Nada menos que ocho reuniones, ¡ocho!, tenía previstas la ministra en ese día, esfuerzo inhumano que le hace a esta asesora aventurar negros presagios: "Me parece que voy a morir prematuramente". Eso solo con unas cuantas reuniones. El día que rompan a trabajar el SAMUR tendrá que montar un hospital de campaña a las puertas del ministerio.

Pero como dice una de las colaboradoras de Irene, todo este esfuerzo titánico vale la pena "porque vamos a cambiar la vida de las mujeres". Desde luego la de ellas ya ha cambiado. A mucho mejor.

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