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Pablo Molina

Las rebajas de Sánchez

Es preferible que los políticos se dediquen a recorrer el territorio nacional haciendo ofertas irrechazables, en vez de tenerlos instalados en un Gobierno sólido maquinando cómo desvalijarnos aún más.

Es preferible que los políticos se dediquen a recorrer el territorio nacional haciendo ofertas irrechazables, en vez de tenerlos instalados en un Gobierno sólido maquinando cómo desvalijarnos aún más.
EFE

La proximidad de las elecciones ha puesto en marcha la maquinaria de ofertas de última hora de todos los candidatos, antes incluso de que entren en campaña. La sabia contumacia del pueblo español, negando a su Parlamento una mayoría que permita la formación de un Gobierno por tres veces consecutivas, tiene la contrapartida de que llevamos todo ese tiempo en campaña electoral.

Ahora bien, es preferible que los políticos se dediquen a recorrer el territorio nacional haciendo ofertas irrechazables a sabiendas de que no las podrán cumplir, en vez de tenerlos instalados en un Gobierno sólido y con un Parlamento estable maquinando sobre cómo desvalijarnos aún más.

Sánchez es el campeón en esta gira a lo Ramonet (con perdón, pues el conocido charlatán no engañó jamás a sus clientes), porque a una vocación innegable une su condición de presidente del Gobierno y jefe del Presupuesto aprobado en su día por Rajoy, documento que, como corresponde al expresidente del PP, es capaz de soportar perfectamente la prodigalidad de un mandatario socialista.

La última oferta del presidente en funciones es rebajar las peonadas del PER con el fin de afianzar el voto agrario andaluz, tremenda bolsa electoral que el PSOE lleva gestionando con éxito durante cuarenta años. El envite es importante porque, como Casado o Rivera pretendan hacer una oferta más jugosa, llegarán a las peonadas negativas, fenómeno económico desconocido hasta el momento que, sin embargo, concitará el aplauso unánime de los sindicatos a cambio de que se les permita gestionar una parte de ese dineral.

Y eso no va a ser nada comparado con lo que va a salir por esas boquitas en cuanto comience la campaña electoral, que sin duda se convertirá en un carrusel de promesas, a cuál más jugosa, a pesar de que todo indica que estamos a las puertas de una nueva recesión. Pero a las puertas de unas elecciones no se lanzan mensajes negativos, sino que se compite por ver quién tira más de la chequera estatal.

Por eso sigue siendo necesario mantener a los políticos en el limbo parlamentario, no darles una mayoría que les permita salir de esta espiral estéril. Habrá que ir nuevamente a elecciones en unos meses, pero es un precio que podemos asumir, a ver si en una de estas el PSOE se quita de en medio a Sánchez como ya hizo una vez. Entonces podremos votar de verdad.

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