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Pablo Molina

Lecciones de feminismo con el Padre Gabilondo

Olvida la chusma vociferante que un icono progre no puede ser machista jamás. ¿Por qué? Pues porque es progre, naturalmente.

Olvida la chusma vociferante que un icono progre no puede ser machista jamás. ¿Por qué? Pues porque es progre, naturalmente.

Iñaki Gabilondo hizo esta semana un comentario elogioso sobre la extraordinaria capacidad de trabajo de la vicepresidenta del gobierno que algunos han tachado de machista, haciendo gala de su habitual mala fe. Esta exaltación de las virtudes de Soraya Sáenz de Santamaría fue proclamada por Gabilondo en su homilía del pasado jueves en el videoblog que el diario El País le ha reservado en su web para general instrucción de la paisanada en las cuatro virtudes teologales del progresismo: diálogo, igualdad, mestizaje y tolerancia. En los tres minutos que dura el sermón, el gran Iñaki pondera el potencial de la vicepresidenta, convertida en una mujer-mujer que, a su juicio, podría perfectamente hacerse con el control de todo el gobierno de España, a poco que Rajoy se descuide.

Sólo García Margallo, Gallardón y Wert están a salvo de la voracidad sorayesca, según la exégesis gabilondiana. El primero porque viaja mucho y los otros dos porque la izquierda cafre los ha puesto en su punto de mira, y no va el Padre Iñaki a quitarle ahora la diversión a la chavalada. Los demás ministros están en el gobierno sólo porque Soraya todavía no ha decidido fagocitar sus funciones, algo que, según Gabilondo, "es probable que ocurra". Semejante versatilidad ha hecho que el director espiritual del grupo Prisa se refiera a la vicepresidenta como "Soraya da Vinci", en un arrebato de originalidad de los que ponen la carne de gallina. Y como a ingenio no hay quien se le acerque siquiera, Gabilondo la llama también "Soraya Salgado", en referencia a Elena, vicepresidenta con ZP, cuya gestión al frente de la economía española la acredita, con toda justicia, como una mujer del Renacimiento cuyo ejemplo hay que enaltecer.

La parte final de la homilía es la que más críticas ha concitado, con acusaciones de machismo a causa de la recomendación que hace Gabilondo a la vicepresidenta para que no desatienda sus labores en el hogar. Olvida la chusma vociferante que un icono progre no puede ser machista jamás. ¿Por qué? Pues porque es progre, naturalmente. Es como cuando Enrique Múgica, allá por el glorioso felipismo, preguntó si es que en el Tribunal Supremo habían puesto cocinas cuando se hizo público el nombramiento de la primera magistrada de su historia. No fue un comentario machista, porque el carácter ofensivo de las palabras no depende de su significado, sino de quién las pronuncie; si además es socialista, no hay nada más que discutir.

Por otra parte, el hecho de que el Padre Gabilondo mande a Soraya da Vinci a barrer la cocina y a cuidar de Ivancito encierra en el fondo un profundo respeto hacia los derechos de la mujer. Sentado que la derecha es machista y su visión de la mujer, propia de la Iglesia medieval, la limitación de la acción de las dirigentes del PP al ámbito doméstico es, en esencia, un servicio a favor de la liberación femenina que todas las mujeres deberían agradecer a Gabilondo, tal y como han hecho ya sus seguidoras más devotas en la web de El País. Las sorayas, con haber contribuido a salvar de la ruina a la empresa que paga al Páter, ya pueden sentirse suficientemente pagadas.

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