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Pablo Molina

Los marranos de La Sexta

Viviendo en la región más porcina de España, el corajudo Évole se fue a perpetrar su programa denuncia a... Murcia.

Viviendo en la región más porcina de España, el corajudo Évole se fue a perpetrar su programa denuncia a... Murcia.
Libertad Digital

Cataluña, la patria chica Jordi Évole, es la primera región española y una de las más importantes de Europa en producción de carne de cerdo. Según datos oficiales de la Generalidad, cada año se sacrifican en los mataderos catalanes casi 20 millones de cochinos, propiedad de la media docena de grandes empresas familiares que dominan el sector y controlan todo el proceso: desde las granjas a los mataderos, pasando por la producción de piensos al por mayor.

Así pues, Cataluña es una potencia de la industria cárnica porcina, que, además, está controlada por unas pocas empresas en régimen de oligopolio, lo que ofrece grandes posibilidades para elaborar un reportaje sobre las condiciones en las que se crían los animales y la manera en que se elabora la carne que después consumimos. Así lo entendió Jordi Évole, que, rápidamente, cogió sus cámaras y su chubasquero para ponerse manos a la obra, solo que quinientos kilómetros más abajo, concretamente en Murcia. Curiosamente la región donde radica una multinacional del sector en abierta competencia con las corporaciones porcinas de la patria chica del follonero.

La pieza televisiva se ha revelado tramposa en sus métodos y tendenciosa en sus conclusiones; es decir, el producto de La Sexta más demandado por su fiel audiencia. No se puede entrar ilegalmente en un lazareto porcino y presentar a los animales allí recluidos como parte de la cadena de producción. Es decir, se puede; pero no se debe, aunque esas elementales reservas deontológicas no operan en un programa cuyo objetivo no es informar, sino proporcionar un espectáculo televisivo a un sector ideológico muy concreto.

A pesar de la desastrosa gestión del episodio por parte de la empresa afectada y el Gobierno murciano, lo cierto es que la denuncia de Évole no ha tenido la trascendencia que muchos esperaban. Tres días después de emitirse el programa, las únicas bajas entre los clientes de El Pozo se han producido en Bélgica, el país probablemente menos serio del mundo, cobijo de los personajes internacionales más ridículos y con una policía que solo lucha contra el terrorismo en horario de oficina, pero con un amor por los cerdos ciertamente espectacular.

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