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Pablo Molina

Pablo, sé fuerte

En Podemos andan nerviositos, y eso es muy bueno para el país.

En Podemos andan nerviositos, y eso es muy bueno para el país.
Pablo Iglesias, enmascarado | EFE

En los meses previos a las generales de 2015, los líderes de Podemos emprendieron una gira de bolos por las capitales de provincia para anunciar la buena nueva: un grupo de jovenzuelos comunistas entrenados en dictaduras bananeras iba a resolver los graves problemas de la economía española y a devolver la esperanza de un futuro mejor a los desheredados del capitalismo. El movimiento ultraizquierdista había obtenido un resultado sorprendente en las europeas del año anterior y, por si fuera poco, La Sexta había encumbrado a sus dirigentes como oráculos de la democracia verdadera.

Por aquellas fechas felices me abordó en una céntrica calle de Murcia una pareja de señoras de cierta edad, con su permanente de peluquería cara y sus preceptivos abrigos de piel, para entregarme un pasquín con el anuncio de un acto de Podemos que iba a tener lugar esa tarde en la ciudad. Ante mi rechazo educado, una de ellas exclamó sorprendida: "¡Pero si viene Errejón!". Ahí vi yo que la admiración hacia unos tunantes fanáticos cuyos discursos movían al sonrojo había hecho surgir a millones de gilipollas asintomáticos que poco a poco comenzaban a dar la cara. La dieron pocas semanas después, aunque no fueron tantos como para hacer presidente al nene, como llevaba meses anunciando la cadena chari de Atresmedia.

A tenor de las siguientes citas electorales, parece que la cosa podemoide se sigue desinflando, aunque con la lentitud que corresponde al grado de fanatismo de una masa electoral que todavía cree sinceramente que solo el comunismo puede dar respuesta a los desafíos de un mundo globalizado bien entrado el siglo XXI.

En consecuencia, hay pocas esperanzas de que la existencia de una caja B en el partido chavista lleve al grueso de sus votantes a extraer la conclusión de que son una organización corrupta. Iglesias les dirá que es cosa de las cloacas del Estado, como cuando denunció el robo de la tarjeta de teléfono de una estrecha colaboradora con vídeos íntimos y lo cierto es que la tenía él. Total, los votantes de un partido dirigido por una pareja que insultaba a los políticos que se compraban chalets o colocaban a sus respectivas y ahora repasan sus abultadas nóminas públicas en el salón de recibir de su mansión no van a cambiar el voto por que resulte que también tenían una caja B. ¡Ni que fueran del PP!

Pero, con todo, en Podemos andan nerviositos, y eso es muy bueno para el país. Pablo, sé fuerte, porque este otoño vais a tener que lidiar con graves acusaciones judiciales y una catarata de revelaciones periodísticas mientras miráis de reojo a Sánchez, cuya capacidad de traición, como tú sabes bien, es proverbial.

¿Los crujirá la Justicia antes de salir del Gobierno o aprovechará Sánchez uno de esos días de portadas tremendas para desembarazarse de todos ellos y mandarlos a Galapagar? El resultado lo vamos a ver más pronto que tarde. ¡Que llegue septiembre ya!

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