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Pablo Molina

Por qué Vox no va de farol

Ahí estarán los de Rivera para moderar el fanatismo socialista de unos candidatos de izquierdas que se frotan las manos viendo cómo este muchacho les va a entregar las dos únicas autonomías con un proyecto liberal.

Ahí estarán los de Rivera para moderar el fanatismo socialista de unos candidatos de izquierdas que se frotan las manos viendo cómo este muchacho les va a entregar las dos únicas autonomías con un proyecto liberal.
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Así que los de Abascal dan por rotas las negociaciones con el Partido Popular (con Ciudadanos ni siquiera han comenzado), por no cumplir los de Casado un documento marco con las condiciones para los pactos en los ayuntamientos donde el centro-derecha suma lo necesario para desbancar o impedir la llegada al poder la izquierda.

En el PP tratan de retorcer la letra pequeña del acuerdo para intentar colar las concejalías de distrito como órganos de gobierno municipal, pero lo cierto es que el sentido de lo firmado es inequívoco: Vox tenía que obtener responsabilidades de gobierno en igualdad de condiciones que Ciudadanos, ponderadas únicamente por el número de escaños obtenidos.

Pero los ayuntamientos, mal que bien, ya se han constituido y no van a cambiar de signo a medio plazo. Otra cosa son las comunidades autónomas donde PP y Ciudadanos dependen de los votos de Vox para gobernar, como ocurre en Murcia y Madrid. Nadie lo diría, viendo el desprecio de Rivera hacia Vox, un partido defensor del orden constitucional y con un programa económico más liberal que el suyo. Lo que pretenden en Ciudadanos es que los diputados de Vox agradezcan los puntapiés en el trasero, se limpien los escupitajos y les entreguen graciosamente el poder para repartírselo con sus socios populares, un planteamiento negociador tan obtuso que más parece un pretexto para que el PP pierda esos dos Gobiernos autonómicos y se destruya por el camino.

Mas el partido naranja es inescrutable, como los designios de su líder, y precisamente por eso un albur que puede cambiar de signo de un día para otro. Lo que no va a cambiar es la decisión de Vox de votar en contra de la investidura de los candidatos populares si no hay un pacto de las tres fuerzas en proporción a su representatividad. Y no va a cambiar, sobre todo, porque sus diputados no necesitan un sueldo público para vivir. En el perfil del partido de Abascal predominan empresarios, profesionales liberales y trabajadores bien remunerados, que han llegado a la política por un compromiso personal pero teniendo la vida ya organizada. El pánico a no trincar un sueldo público, por tanto, no parece que vaya a influir en su decisión a la hora de votar.

Haría bien Rivera en tener en cuenta esta circunstancia, si está pensando que el vértigo ante la posibilidad de que gobierne la izquierda doblegará finalmente a los voxeros. Al contrario, en mis conversaciones locales con ellos veo a los de Abascal absolutamente decididos a votar en contra de las coaliciones PP-Cs aunque con ello permitan que el PSOE alcance el poder. En todo caso, ahí estarán los de Rivera para moderar el fanatismo socialista de unos candidatos de izquierdas que se frotan las manos viendo cómo este muchacho les va a entregar las dos únicas autonomías con un proyecto liberal.

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