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Pablo Molina

Por una Navidad consumista

La solución para pasar unas fiestas como Dios manda es bien fácil: sólo hay que hacer lo contrario de lo que piden Bergoglio y el resto de radicales izquierdistas.

La solución para pasar unas fiestas como Dios manda es bien fácil: sólo hay que hacer lo contrario de lo que piden Bergoglio y el resto de radicales izquierdistas.
Francisco | EFE

Una parte importante de la izquierda se siente obligada a fastidiar estas fechas tan entrañables, creando mala conciencia ahí donde no tiene por qué haberla. Los mensajes sobre consumo responsable, publicidad no sexista o los excesos navideños en el plano gastronómico tratan de hacer que estas fiestas estemos pendientes de no disfrutar demasiado para no parecer insolidarios.

Es la izquierda triste, incapaz de fomentar la alegría compartida, para la que cualquier celebración relacionada con el aumento del consumo es una afrenta que los ungidos de la secta no pueden permitir. En realidad tienen toda la razón en esta obsesión suya con la Navidad, porque pone de manifiesto las dos cosas que los izquierdistas más odian en este mundo: el libre mercado y la religión católica.

Por más que traten de suprimir los belenes y convertir las cabalgatas de los Reyes Magos en espectáculos grotescos sin referencias religiosas, la Navidad sigue siendo la época del año en la que conmemoramos el nacimiento de un Niño que cambió para siempre la historia de la Humanidad. Por más que traten de crear mala conciencia a los demás, tachando de insolidarios a los que gastamos nuestro dinero –el que nos queda después de los hachazos de Montoro– en comprar regalos o disfrutar de una buena mesa en compañía, somos muchos más los que despreciamos su burda estrategia y convertimos estos días en un motivo para la alegría.

Celebramos una fiesta muy importante de la tradición católica y el alivio de vivir en un país que todavía no ha caído en sus garras. El esfuerzo es importante puesto que hasta las administraciones gobernadas por el PP se suman a esta campaña para fastidiar la Navidad con demagogia barata y mucha hipocresía. Pero la solución para pasar unas fiestas como Dios manda es bien fácil: sólo hay que hacer lo contrario de lo que piden Bergoglio y el resto de radicales izquierdistas, dispuestos a darnos la matraca con su basura chantajista hasta el mismo día de San Antón. Su cabreo, nuestra sonrisa. Feliz Navidad.

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