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Pablo Molina

¿Quién aguanta ahora al cuñado progre?

Lo que va a convertir nuestra vida en una pesadilla son las risas del cuñado progre celebrando la llegada al Parlamento de sus perroflautas preferidos.

Lo que va a convertir nuestra vida en una pesadilla son las risas del cuñado progre celebrando la llegada al Parlamento de sus perroflautas preferidos.
EFE

Lo peor del resultado de las elecciones generales no es la atomización del Parlamento, que aventura una legislatura corta y conflictiva; ni el hecho de que unos personajes como Pablemos o la Colau tengan la llave para dirigir los destinos del país en el terreno político; ni que los separatistas estén más cerca que nunca de conseguir su verdadero objetivo: seguir en España con gesto de asco, a cambio de sajarnos el bolsillo todavía más de lo que lo han hecho los meapilas trincones que les han precedido en el Gobierno catalán.

La consecuencia más grave de lo que ocurrió el pasado domingo no es que España esté abocada a una reforma constitucional pilotada por perfectos indocumentados, dispuestos a llevar a la Carta Magna las medidas más radicales de su programa electoral, como quieren hacer con los servicios públicos o el llamado derecho a la vivienda.

El desplome de la economía, que ya ha empezado a tambalearse ante la mera posibilidad de que acceda al Gobierno una coalición social-podemita, no es tampoco el mayor reto al que nos vamos a enfrentar los españoles a partir de ahora. Ni siquiera el nuevo panorama mediático que se presenta, dominado por las tertulias televisivas, donde viajantes de anchoas y cómicos descerebrados van a hacer su agosto explicando por qué hay que hacer a Pablemos presidente y a Sánchez ministro de Igualdad.

Lo realmente grave, lo dramático, lo que va a convertir nuestra vida en una pesadilla es que vamos a tener que aguantar las risas del cuñado progre y sus mítines festivos celebrando el fin del bipartidismo y la llegada al Parlamento de sus perroflautas preferidos. Las personas de bien tenemos ante nosotros unas navidades terroríficas, especialmente en Nochevieja, cuando el cuñado progre nos persiga por toda la casa intentando hacernos brindar por la llegada de la verdadera democracia y el nacimiento de un "nuevo país plurinacional".

En esos duros momentos un solo pensamiento ocupará nuestra mente: gracias, Mariano. Tranquilo, no lo vamos a olvidar.

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