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Pablo Molina

Sánchez o Florentino

Hay que elegir entre Superliga o UEFA, limpieza y corrupción, negocio y ruina, libre mercado y socialismo, Sánchez y Florentino. ¿Con quién nos vamos a quedar?

Hay que elegir entre Superliga o UEFA, limpieza y corrupción, negocio y ruina, libre mercado y socialismo, Sánchez y Florentino. ¿Con quién nos vamos a quedar?
Florentino Pérez. | Cordon Press

Lo único sorprendente del anuncio de la creación de una liga europea de fútbol es que no lleve funcionando varias décadas ya. El fútbol europeo, el que más seguidores arrastra en todo el planeta, tiene todo lo necesario para ser uno de los negocios de masas más rentables a nivel mundial y lo extraño, lo que resulta realmente difícil de entender, es que los clubes punteros del continente no se hayan puesto de acuerdo hasta ahora para crear la mejor competición internacional de la historia de este deporte.

El fútbol europeo tiene más seguidores en todo el mundo que la NBA, pero los mejores clubes del mundo han de someterse a los dictados de la UEFA y la FIFA, organizaciones paraestatales protegidas por los Gobiernos, cuyos niveles de corrupción solo podrían aumentar ya si trasladaran sus sedes a Cataluña. Nadie se imagina a los mejores clubes estadounidenses de fútbol americano, hockey sobre hielo, baloncesto o béisbol obligados a disputar ligas mediocres controladas por unos burócratas corruptos, y sin embargo aceptamos con naturalidad que un señor llamado Alexander Ceferin impida semanalmente un Real Madrid-Manchester, un Barcelona-Liverpool o un Chelsea-Juventus utilizando como amenaza la coacción del Estado.

Las mayores críticas a esta Superliga de fútbol son, como no podía ser de otra forma en estos tiempos, de orden sentimental. Porque es que resulta que si los grandes clubes crean un espectáculo mundial desaparecerán los valores ancestrales que representa el balompié y el eterno romanticismo de un deporte cuyas estrellas, como todos sabemos, juegan al fútbol gratis, únicamente por afición. Guardiola, el discípulo más aventajado de Paulo Coelho, dice que “no podemos perder el significado que tienen las ligas locales” sabiendo que me va a hacer llorar. Coño, Pep, pues tú bien que huiste de tu liga local catalana, a la que solo concurrías una vez al año para disputar con el Barça el campeonato de la Generalidad.

Compartiendo trinchera con esta censura de corte emocional están los apocalípticos, que auguran la desaparición de las competiciones nacionales y de selecciones si se pone en marcha una competición europea privada con criterios estrictamente empresariales. Pero esto es fútbol. Solo fútbol. Un espectáculo, no una lucha de alta política para dirimir el honor de las naciones. Por cierto, mucho mejor representadas en ocasiones por sus clubes que por equipos nacionales donde la mitad de sus integrantes odia profundamente a esa nación, dicho sea sin ánimo de señalar a Piqué.

La Superliga liderada por el presidente del Real Madrid es un gran proyecto de futuro que, sin embargo, no tendrá fácil su creación en esta Europa estatista mangoneada por burócratas. Precisamente por eso es el momento de que todos los aficionados nos pronunciemos a este respecto. Hay que elegir entre Superliga o UEFA, limpieza y corrupción, negocio y ruina, libre mercado y socialismo, Sánchez y Florentino. ¿Con quién nos vamos a quedar?

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