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Pablo Molina

Un Parlament para soñar

Los partidarios de la independencia de España, sojuzgada por el nacionalismo catalán, estemos muy, muy esperanzados con este flamante Parlament.

Hay quien opina, en contra de toda evidencia, que la secesión de Cataluña sería una tragedia nacional que hay que evitar por cualquier medio. Estos defensores contumaces de la permanencia de Cataluña en España han interpretado el batacazo electoral de Artur Mas como la garantía definitiva de que esto de la secesión no tiene ya mucho recorrido. En cambio, los que somos partidarios de que Cataluña salga de España, y cuanto antes mejor, vemos con gran optimismo la nueva configuración del Parlamento catalán.

Oriol Junqueras, referente intelectual de los partidarios de la independencia, lo ha explicado con suficiente claridad haciendo una cuenta muy sencilla para saber cuántos diputados autonómicos están a favor de la secesión. Al líder de ERC le salen "casi dos tercios" del nuevo Parlament, es decir, casi 90 diputados, cifra que coincide con la que Federico Jiménez Losantos defendía en solitario a las seis de la mañana de este mismo lunes, cuando afirmaba que de 135 diputados, 87 son claramente separatistas. Se trata de la suma de los escaños de CiU, ERC, ICV y la CUP, que ya han dejado clara su voluntad de iniciar el proceso para la secesión de Cataluña con la celebración de un referéndum a la mayor brevedad posible. Pero el panorama general es todavía mejor para los que no vemos la hora de que Mas y Junqueras, con Durán y Lérida en segundo plano agarrado a sus muletas, declaren desde el balcón de la Generalitat la creación del Estat Català.

El PSC, uno de los partidos que supuestamente está en contra de la independencia, apoyaría la celebración del referéndum "siempre que [fuera] legal". Dado que ninguna consulta sobre un supuesto anticonstitucional –y la secesión de un territorio lo es en grado sumo–, puede estar amparada por las leyes, la prevención impuesta por el PSC no puede ser admitida más que como una chorrada elaborada simplemente por razones electorales. O sea que, llegado el caso, los socialistas aceptarán la consulta popular y, lo que es mejor, muchos de sus todavía votantes apoyarán la independencia.

Sobre el PP catalán baste señalar que muchos pagaríamos, señores, pagaríamos por ver a Alicia Sánchez-Camacho explicar a los votantes albaceteños del PP que, a cambio de que los nacionalistas se sientan cómodos, el Gobierno va a esquilmarles todavía más el bolsillo para mejorar el actual sistema de financiación de Cataluña, ya de por sí tremendamente abusivo. Como la independencia, por lo que se ve, es para el PP local sólo una cuestión de dinero, no es previsible que haya tampoco en este sector una oposición berroqueña que pueda hacer descarrilar el proceso una vez iniciado.

La conclusión de este análisis pormenorizado es evidente: el único partido con presencia en el Parlamento catalán que se opone con coherencia a la independencia de Cataluña, porque quiere la igualdad de todos los españoles, es Ciutadans, con sus nueve diputados. O lo que es lo mismo, de 135 parlamentarios catalanes, 126 estarían a favor de cambiar de una u otra forma el régimen jurídico, político y económico actual de Cataluña. Normal que los partidarios de la independencia de España, sojuzgada por el nacionalismo catalán desde hace ya más de treinta años, estemos muy, muy esperanzados con este flamante Parlament. 

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