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Pablo Montesinos

Tormenta 'mariana' y la carcajada de Montoro

Ya me puedo imaginar la sonrisa maliciosa de los tuyos. Dice Cospedal que si algo desean en Ferraz es que nos intervengan, como no hicieron con ZP. Añade, eso sí, que se van a quedar con las ganas. De eso más sabrás tú, qué duda cabe.

Querida Ketty,

Menuda semanita, qué quieres que te diga. No hay calificativos para retratar los nervios vividos entre los míos. Lunes negro, martes negro... parecía que no iba a llegar nunca el viernes y los monitores de la Bolsa de Madrid se iban a ir a negro. De lo vivido estos días,  Gobierno y PP se han propuesto hacer una profunda reflexión, porque si algo les escuece, les irrita, es leer o escuchar que han improvisado, como en su día hicieron los socialistas.

La última vez que nos carteamos, en vísperas de aquel 20-N del que parece han pasado siglos, te advertía de que a Mariano le sobraba la campaña. Que los mítines le hastiaban porque lo que estaba deseando era tomar las riendas del poder y ponerse a gobernar para ejecutar un programa reformista que -defendían en el PP- tenía en mente y escrito. Tras una Semana Santa de pasión en todos los sentidos, el entonces candidato y hoy presidente tuvo que legislar con todas sus consecuencias. Y, a la vista de lo ocurrido, empezó mal, continuó peor y acabó mejorando su registro.

Cinco días frenéticos que incluso superaron al propio Rajoy, que lleva por bandera un escrupuloso control de los tiempos. Que diagnostica para él y los suyos protegerse del “ruido” y seguir por la senda marcada previamente, con los nervios calmados para así evitar impulsos provocados por el momento. Incluso él tuvo que rectificar su modus operandi después de que la imagen del martes fuera la de un presidente de la nación, refrendado en las urnas por aplastante mayoría, dándose la vuelta y saliendo por el garaje para no responder a los periodistas. Y la prima de riesgo en máximos.

Cuando empiezan a verse algunos claros en el cielo, al menos en lo político, en el Ejecutivo apelan a la reflexión. A la autocrítica de todos. Absolutamente de todos. Según un asesor gubernamental, “la imagen ofrecida no ha sido buena y la comunicación ha sido mejorable, pero los medios también tienen que darse cuenta de su poder”. Es lo que Rajoy definió como “alarmismo injustificado”, en una comparecencia en Varsovia muy estudiada, muy pedagógica, en la que -volviéndose a saltar su guión- el jefe pronunció la palabra “rescate”, tabú hasta entonces, para descartar, en cualquier extremo, tal posibilidad.

A Moncloa le molestó, muy en especial, el “fortín” que hicieron los informadores en los pasillos del Senado, en ese martes aciago. Era “un muro infranqueable, ni Seguridad pudo hacer un pasillo”. “Si esto lo hubiera hecho cualquier otro colectivo, se les hubiera quitado, incluso con la fuerza”, se expone. Qué duda cabe que no es el habitual quehacer periodístico, pero también que la situación era delicadísima y muchas las preguntas.

De puertas para adentro, lo que se analiza es por qué pasó lo que pasó. Empezando por la falta de coordinación con el PP (cuentan que la reprimenda a Carlos Floriano por desautorizar a De Guindos fue de aúpa) y siguiendo -y ésto sí es importante- por el mensaje. Precisamente, son ya varias voces, al más alto nivel, las que apuestan precisamente por el perfil Guindos que, ante empresarios catalanes “centrados en su ombligo”, aclaró: “Si vienen otros a hacer el Presupuesto verán lo que es un ajuste”. Y no hace falta irse a Grecia, recalcan en el Ejecutivo, sino simplemente ver cuánto han quedado reducidos los salarios en Portugal, donde ya no saben lo que es una paga extra.

Total, que ya me puedo imaginar la sonrisa maliciosa de los tuyos. Dice Cospedal que si algo desean en Ferraz es que nos intervengan, como no hicieron con ZP. Añade, eso sí, que se van a quedar con las ganas. De eso más sabrás tú, qué duda cabe. En esta orilla nos preparamos  ya para una nueva semana, esperemos más sosegada. Aunque “ya sé que a veces vamos a sufrir”, parafraseando al presidente.

Para terminar, una anécdota que me tenía reservada de hace ya unos días. Federico, el nuestro, publicó, en relación a la victoria con sabor a derrota de Arenas, el parecido de Cristóbal Montoro con una “viuda hindú”, que no dudó en arropar al cabeza de cartel saliendo al balcón de las penas en el cierre de esa noche electoral que ambos vivimos en Sevilla, y que finiquitamos algunos más tristes que otros (tú ya me entiendes). La comparación gustó a Financial Times, que la reprodujo. El ministro, ya más recuperado de la rabia de no conseguir el cambio, lo comentó a carcajada limpia con compañeros y periodistas. Y ya sabemos de la risa contagiosa del encargado de las cuentas públicas. Pues eso, dijo, que no nos quiten la sonrisa. 

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