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Pablo Planas

Colau ya no cuela ni en Twitter

La izquierda ya ha agotado la red séptica como instrumento de agitación y propaganda.

La izquierda ya ha agotado la red séptica como instrumento de agitación y propaganda.
EFE

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, acaba de dar un paso fundamental en su mandato, una iniciativa tan radical como crucial, un gesto brutal y definitivo, probablemente el de mayor calado y trascendencia de su carrera política, incluidos los años de postureo activista. Los ciudadanos de Barcelona contienen el aliento atenazados por la incertidumbre. ¿Qué pasará a partir de ahora? 

La primera edil, munícipe condal por antonomasia, no ha suspendido el tráfico privado, ni subido los impuestos, ni prohibido circular a pie en favor de patinadores, ciclistas y motociclistas. Tampoco ha cumplido ninguna de sus promesas sobre el acceso a la vivienda. En todos los años que lleva de alcaldesa, mandato y medio, no ha construido un solo piso destinado a alquiler social. Tampoco ha dado cobijo a las miles de personas que viven a la intemperie. No ha acabado con la inseguridad, sino todo lo contrario, al tiempo que ha fomentado la ocupación ilegal de inmuebles, muchos de ellos convertidos en badulaques de la droga non stop.

No, la alcaldesa no ha hecho nada concreto y tangible, y aun así se ha convertido en trending topic porque ha dejado Twitter, se ha salido de la red social del pajarito porque dice que es una cosa tóxica, que hay demasiadas críticas, cuentas falsas y bots de ultraderecha que la llaman Inmaculada, Revelada o Anunciada en vez de Ada, Colada o Bobada. Y dice más. Dice que dejó de tuitear el día de su cumpleaños, el 3 de marzo, y que se siente más ligera y mejor persona, que "la red y el algoritmo acaban ocupando mucho tiempo y energía", que "deforman la realidad" y que "precisamente porque intento hacer buena política voy a dejar Twitter".

El mensaje ha tenido miles de interacciones, aunque sólo pueden responder las cuentas a las que Ada Colau sigue, que son poco más de dos mil. El hilo se ha llenado de desmesurados elogios y muestras de insondable pena, de saliva y lágrimas. Sus colaboradoras más directas, sus correligionarios, sus fans, sus admiradores, sus siervas y lacayos, todos a una, han rendido pleitesía a doña Ada en su retirada. La alcaldesa cuelga las botas en Twitter, pero dice que seguirá en Instagram, Facebook, Telegram y más pronto que tarde en Tik Tok y lo que surja.

Colau es una mujer adulta que a veces no tiene reparos en actuar como una adolescente, una auténtica niñata capaz de subir fotos a Instagram tumbada en la cama o en la pelu. Claro que Instagram no es una red de brega política ni apta para polemizar, sino un escaparate para presumir de vida chuli piruli. En cambio en Twitter se libra una batalla que forma parte de la guerra cultural entre la izquierda y la derecha. Y ahí es donde Colau no tiene nada que aportar, absolutamente nada

No es que sea una gran victoria de la derecha. En realidad, la derecha no presenta batalla en las redes sociales. Al menos no de forma organizada. Todo eso de las cuentas falsas o los bots de extrema derecha es cosa, en realidad, de los rusos y de los partidos de izquierda. Así es que si se va de Twitter es porque lo de Colau ya no cuela, síntoma de que la izquierda ya ha agotado la red séptica como instrumento de agitación y propaganda, que ya no tiene nada que decir. Y menos tras haber trincado el tío del moño la indemnización de vicepresidente que dijo que jamás aceptaría.

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