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Pablo Planas

Condena contra los ciudadanos no separatistas

Quien no llore por Junqueras, los Jordis y demás golpistas es un ser infrahumano, escoria no catalana que puede ser despreciada, vejada y ninguneada

Cuarenta años de corrupción nacionalista, de apisonadora catalanista, de régimen separatista han degenerado en una sentencia del Tribunal Supremo que condena a unos golpistas por un delito contra la seguridad vial. O casi. El separatismo, con toda su maquinaria propagandística financiada por las élites catalanas y también del resto de España, ha encajado la blandengue sentencia como una auténtica afrenta. La agresión más grave contra Cataluña desde el fusilamiento de Lluís Companys, ha dicho la editorialista en jefe de La Vanguardia y TV3, Pilar Rahola. Una muestra de venganza del Estado totalitario, represor, maligno y "eggpañol".

Vuelven los tiempos duros de otoño del 17, los ciudadanos no separatistas abandonados y a merced de un gobierno regional y de una policía autonómica que hace la vista gorda ante las tropelías y amenazas de los separatistas, sometidos a un bombardeo propagandístico que les convierte en las bestias taradas de las que escribió Torra. Quien no llore por Junqueras, los Jordis y demás golpistas es un ser infrahumano, escoria no catalana que puede ser despreciada, vejada, ninguneada y pisoteada sin reparos por la "gente de paz", unos tipos y tipas que se autodefinen como cívicos, pacíficos y festivos en una autofelación sin límites.

La insensata e indocumentada pretensión de rebajar la tensión y calmar los ánimos del separatismo con la supresión del delito de rebelión y una sustantiva rebaja de penas es la enésima muestra de ceguera de los poderes del Estado frente a los desafíos y tropelías del nacionalismo catalán. Las presiones de la izquierda y el separatismo han causado un efecto evidente en los magistrados del Tribunal Supremo, que describen en la sentencia un golpe de Estado, pero fallan por una mera alteración del orden público. En respuesta, el separatismo se ha echado a la calle más envalentonado que nunca, espoleado por los medios públicos y los privados subvencionados.

La madre de un CDR fugado decía el sábado por la noche en TV3 que los separatistas detenidos por terrorismo "puede que sí que tuvieran bombas, pero es gente inocente" y añadía que "estamos en guerra". Sí, en efecto, han declarado la guerra a quienes no piensan como ellos e inflan el pecho. Una de las absueltas, la exconsejera Meritxell Borràs, mostraba su agradecimiento por la absolución censurando en la radio del conde de Godó que se había enterado por la prensa y que eso no son maneras.

No se trata de cuántos años les han caído a los golpistas porque fueran trece o treinta no van a cumplir ni cinco. Y eso exagerando. Se trataba de que quedara claro que aquello fue un golpe de Estado, un ataque contra el orden constitucional, contra la libertad de los españoles y la unidad de España, rebelión, en suma. La reacción de los separatistas sería la misma, así que por el mismo precio, una Cataluña en manos de los separatistas, los jueces del Tribunal Supremo no habrían quedado como una mera correa de transmisión del Gobierno de turno, en este caso el de Sánchez.

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