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Pablo Planas

Cristianos en Lahore, monjas en Adén

Las noticias de los atentados contra los cristianos no provocan ni la más mínima alteración de la ceja de los solidarios profesionales.

Las noticias de los atentados contra los cristianos no provocan ni la más mínima alteración de la ceja de los solidarios profesionales.
EFE

Casi un centenar de muertos en Lahore (Pakistán) y el asesinato de una decena de monjas y trabajadores de un asilo en Adén (Yemen) no conmueven al mundo. Casi ni al Vaticano. Nadie dice que todos somos cristianos en Pakistán, ni monjas de la madre Teresa de Calcuta en Yemen. Sin embargo, sus martirios responden a la misma autoría, el terrorismo islamista. Claro que no es lo mismo ser un ciudadano belga, francés o español que un copto en Egipto, un cristiano iraquí o una religiosa india o nigeriana en el Yemen.

A pesar de tal circunstancia, los muertos deberían suscitar la misma solidaridad, salvo que se considere que un viandante europeo es más valioso para la sociedad que un clérigo católico en una república islámica. Más de uno considerará que la cocinera de un hogar de ancianos en Adén se ha buscado la ruina por sus propios méritos. ¿A quién se le ocurre, verdad? No pasa lo mismo ni siquiera con los caricaturistas del profeta Mahoma.

Mostrar la fe en el Dios de la Cruz es razón más que suficiente en no pocos países islámicos para ser martirizado, pero a nadie se le ocurre encender una vela o proponer un jesuis. Las noticias de los atentados contra los cristianos no provocan ni la más mínima alteración de la ceja de los solidarios profesionales. Un suicida se carga a casi un centenar de niños y mujeres católicos en Lahore o en Peshawar y en las redes sépticas sociales no pasa nada. Reacción cero. Una escuadrón de yihadistas asesina a unas monjas en Adén y la reacción es nula, salvo que el Papa se ha quedado conmocionado. El mismo Papa que acusa a los traficantes de armas de las matanzas en Bélgica o Francia y que aplaude la "apertura" en Cuba.

¿A quién le importan cuatro monjas negras o noventa católicas paquis? Ahí radica la debilidad moral de Occidente, la flojera de los gobiernos y la estulticia de nuestras "convicciones democráticas", en que todo dios es Charlie Hebdo, pero nadie se supone una misionera de la Caridad de Calcuta. Uy qué espanto, monjitas mojigatas. O católicas en Pakistán. ¿A quién se le ocurre? Si es que van provocando...

El llanto selectivo anima a los bárbaros y a los imanes del odio, de tal manera que masacrar cristianos en tierras islamistas tiene un coste cero y una publicidad escasa, mientras que asesinar a ciudadanos occidentales es un golpe de primera magnitud propagandística. Lo primero está chupado, razón por lo que se practica con reiteración, alevosía y en la más absoluta impunidad, a modo de entrenamiento. Lo segundo, en cambio, requiere de dinamiteros y grillados con pasaportes europeos que se crean que el paraíso es una discoteca belga llena de mujeres con las piernas abiertas.

A lo mejor, el día que los mulás y sus secuaces no tengan tantas facilidades para masacrar a los cristianos en sus países se acaba la yihad en Europa. Por el momento, el silencio ante las matanzas de Lahore o Adén no anima a los asesinos a recortarse las barbas. Mientras tanto, la guerra, ni santa ni atea, está perdida.

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