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Pablo Planas

Cuatro días desesperados para España

La democracia constitucional está en riesgo y la CUP no sólo es separatista, sino que también blasona de antisistema.

El periodismo en general se rige por un calibre denominado las cinco w, que son las siguientes: what (qué), who (quién), why (por qué), where (dónde) y when (cuándo). Como el fonendoscopio para auscultar a un paciente, preguntarse todas esas cosas es clave para la sintomatología del asunto, que puede ser un chucho mordiendo a un niño, lo contrario o una noticia. Además, las cinco w sirven para más cosas. Por ejemplo, para el análisis de situaciones de conflicto de intereses, eufemismo de política. El caso catalán pasado por las cinco w consiste en que hay que desconectarse de España, que Mas se considera imprescindible, que la CUP no traga al antedicho, que todo esto ocurre en Barcelona y en estos momentos.

A partir de las 00:00 horas de este jueves, quedan 95 para saber el desenlace de Mas Torrente contra los perroflautas antipatriotas. La última hora del cuarto día se reservaría, caso de fumata blanca, para una investidura exprés, gol en el último minuto de la prórroga, salvado por la campana, en la foto finish y tal.

Según Mas, que es un solemne sofista, el quién es lo de menos. En su última aparición en el canal Ceaucescu de TV3% dijo que se lo había dado todo y más a los hiperrevolucionarios, dispuestos a cargarse la nación catalana por un quítame allá quién manda aquí, que es lo menos importante del conjunto de w. Para nada. Si así fuera, Mas no debería tener problema alguno en dar un paso al costado, como le sugiere el ariete de Junqueras, Joan Tardà, y exigen los antisistema. La circunstancia clave es que, desde la óptica de Mas, éste no la ha liado parda para tapar la corrupción con los tribunales al acoso como para ceder por galanura la poltrona a Oriol Junqueras. Y una leche de Arteche, aquel central cántabro del Atlético de Madrid.

Pasa que, en medio de las negociaciones entre la termita de Junts pel Sí y la carcoma de la CUP, se celebraron las elecciones generales del pasado 20 de diciembre, y el resultado es una balacera en un ascensor. La democracia constitucional está en riesgo y la CUP no sólo es separatista, sino que también blasona de antisistema. Se le presenta la gran oportunidad de matar dos pájaros de un tiro. Al pájaro carpintero y al pájaro bobo, ergo pingüino.

De ahí que el quién sea importante, y no sólo para la CUP. Tras el edificante espectáculo de coherencia del no los okupas llega el reverso de un tripartito de izquierdas que se puede adueñar de los jirones de España y las cartagenas que le cuelguen. La tentación es suculenta. Cae el testaferro de Pujol, PSOE, Podemos y ERC cortocircuitan España y ERC, Podemos y la CUP desconectan Cataluña. Y en todo este embrollo Mas no pinta nada porque se necesitan unas elecciones catalanas que sean los ajos, la luz, la bala de plata y la estaca en el pecho de Convergencia para que se repitan las generales con el PSOE entregado a los chavistas bolivarianos. Así que el no de la CUP a Mas será justicia poética, pero lo que se nos viene encima son las diez plagas de Egipto: agua convertida en sangre, hordas de ranas, piojos, moscas, pestes equina, bovina, lanar y porcina, sarpullidos, granizo, langostas, tinieblas y el fallecimiento de los primogénitos. Ni más ni menos.

Pudiera ocurrir que la CUP no soportase la presión, el incesante trabajo de la infraorden de las termitas. En ese caso, Mas sería investido y Sánchez no podría eludir el jaque de Susana Díaz. Rajoy saldría a flote en su gran noche, la del próximo domingo tal vez. Se aceptan apuestas, subastas de pescado, primas a terceros y maletines al árbitro. Qué pasará, qué misterio habrá, etcétera. El bote es España. Límite 96 horas. Peor imposible.

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