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Pablo Planas

El tripartito de Sánchez, Iglesias y Junqueras

Hay gente en el PP y hasta en Ciudadanos que va pregonando las virtudes de la abstención para que el PSOE no tenga que depender de ERC. Ilusos.

Hay gente en el PP y hasta en Ciudadanos que va pregonando las virtudes de la abstención para que el PSOE no tenga que depender de ERC. Ilusos.
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El Tripartit no fue anteayer pero tampoco es cosa del Pleistoceno. Tampoco es de ayer aquella insensata promesa de Zapatero, que iba a aceptar cualquier cosa que aprobara el Parlamento de Cataluña, aunque no se remonta a la Reconquista precisamente. Todo aquello pasó a comienzos de siglo, mediados de la pasada década, por lo que no hace falta siquiera tener memoria para saber qué ocurrió y cómo fue. El tripartito, por ejemplo, fue el gobierno autonómico de socialistas, una cosa que se llamaba Iniciativa per Catalunya (los podemitas de entonces, viejos ávidos de poder y jóvenes ambiciosos que habían sepultado las siglas del PSUC bajo siete losas) y ERC, partido que lo primero que hizo al abrazar el poder fue ir a pactar con ETA una tregua solo para Cataluña a cambio de una estrategia conjunta y el blanqueo de los asesinatos en la región de dos concejales del PP, Ruiz Casado y Cano Consuegra, el guardia urbano Gervilla, el mosso Santos Santamaría y el exministro socialista Ernest Lluch.

Aquel tripartito estuvo presidido primero por Pasqual Maragall y luego por José Montilla y fue la escenificación perfecta de un Gobierno dividido en tres partes autónomas, tres parcelas de poder con sus propios programas, intereses y objetivos. Más que un Ejecutivo, resultó ser el reparto más o menos proporcional de los recursos y las competencias entre tres socios que habían acordado no pisarse la manguera mientras cada uno hacía de su capa un sayo. Así, los socialistas se dedicaron a reforzar todas las políticas de Pujol por temor a no ser considerados catalanes, mientras que en ERC pactaban con los terroristas y los de Iniciativa hacían lo típico de la izquierda más lerda, dirigir a los Mossos y manifestarse contra los Mossos, en el fondo un ensayo de lo que ocurre hoy con el Gobierno catalán de la posconvergencia y los junquerianos. Nada nuevo, pues.

Aquel engendro de Gobierno fue el que alumbró un Estatut que no votó ni la mitad del censo de Cataluña, un texto que el Tribunal Constitucional remozó suavemente, cosa que el separatismo vende como causa original de lo que llaman "conflicto catalán" o, con más propiedad, "Procés". Aquello fue también parte del sustento del zapaterismo, esas dos tenebrosas legislaturas que dieron pie a desastres como el de la memoria histórica, lo de España como una nación relativa, la negociación del Gobierno con ETA o una crisis económica agudizada por la escalofriante insuficiencia del PSOE, entre otras calamidades. Tras la primera legislatura, surgida del atentando del 11-M, las fuerzas de izquierda optaron a un segundo mandato agitando el espantajo del miedo a la derecha. En el tramo final de la segunda legislatura eran los propios socialistas quienes pedían que viniera la derecha para sacarles a ellos primero y de paso a España del atolladero.

Lo que viene es más o menos lo mismo, pero peor si cabe, un Gobierno de España con Podemos incrustado al timón, con Jaume Roures como referente de autoridad, con el proceso separatista como modelo, con la destrucción de España como consigna. A PSOE, Unidas Podemos y ERC, el próximo tripartito, les costará llegar a un acuerdo, apurarán los plazos hasta el último segundo, estarán siempre a punto de echarlo todo por la borda, pero acabarán poniéndose de acuerdo, igual que ocurre con las facciones separatistas, siempre a la greña y a navajazos pero capaces también siempre de arbitrar un consenso terminal contra España y los españoles. No falla. Al tiempo, hay gente en el PP y hasta en Ciudadanos que va pregonando las virtudes de la abstención para que el PSOE no tenga que depender de ERC. Ilusos. Depender de ERC es precisamente lo que quiere la mayoría de los socialistas, igual que a los populares les parecía normal depender de Convergencia.

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