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Pablo Planas

Estado fallido

No es de extrañar que en Europa se empiece a hablar de un Estado fallido, un Estado que empezó a mostrar síntomas de debilidad en su respuesta al golpe separatista.

No es de extrañar que en Europa se empiece a hablar de un Estado fallido, un Estado que empezó a mostrar síntomas de debilidad en su respuesta al golpe separatista.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

El coronavirus, en siniestra combinación con la mayúscula incompetencia de un Gobierno que actuó tarde y mal, se ha cobrado ya más de cincuenta mil víctimas. El confinamiento, sumado a la incapacidad del mismo Gobierno, ha situado la economía española en un punto crítico, con datos similares a los de la Guerra Civil, caída del PIB, aumento del paro, cierre de negocios y un pesimismo generalizado y creciente. Muy por encima todos estos datos, tanto de muertes como de miseria, del resto de países de nuestro entorno, donde la pandemia ha golpeado con igual dureza. A mayor abundamiento, y para tapar la emergencia sanitaria y la recesión económica, este Gobierno de los inútiles ha provocado una aguda crisis institucional con su indisimulado intento de ocupar por la fuerza el Poder Judicial y derribar la Monarquía.

En este contexto, no es de extrañar que en Europa se empiece a hablar de un Estado fallido, un Estado que empezó a mostrar síntomas de debilidad en su respuesta al golpe separatista. Un año después de la magnánima sentencia que cambió rebelión por sedición, el Gobierno se sustenta sobre los partidos de la asonada más Bildu, la formación beneficiaria del terrorismo etarra.

Como es obvio, ni la Unión Europea ni el Fondo Monetario Internacional ni ningún otro organismo internacional confía en la España del ególatra Sánchez y el desastrado Iglesias, de modo que se comienza a preparar el terreno para una intervención económica que pasa en primer término por congelar las ayudas comunitarias. Si Europa acaba por entregar los 140.000 millones comprometidos para la reconstrucción, será bajo estrictas condiciones y la lupa de los hombres de negro.

Queda ya muy lejos la apelación de Sánchez a los Pactos de la Moncloa, otra pirueta del político más mentiroso de nuestra historia. En medio de una situación dramática, con una avalancha de cadáveres ocultados por las televisiones y medios afines, con unos datos económicos puramente catastróficos, la única salida del Gobierno es acabar con la oposición, aniquilar al adversario, destruir cualquier conato de resistencia y aplastar toda clase de disidencia con el fin de huir de la Justicia y gestionar las ruinas.

Ese viejo PSOE que aún invocan los ingenuos fue devorado por Pedro Sánchez, quien apoyado en los adolescentes de Podemos se ha impuesto el objetivo de cumplir con los peores pronósticos de la atónita Europa y declarar la quiebra económica, política y judicial de España. Es eso o acabar en el banquillo ante unos jueces sin ataduras.

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