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Pablo Planas

Ganan los del 3%

Malas noticias en Cataluña. Los golpistas de ERC se han puesto de acuerdo con los golpistas de Junts per Catalunya (JxCat). Los Ga

Malas noticias en Cataluña. Los golpistas de ERC se han puesto de acuerdo con los golpistas de Junts per Catalunya (JxCat). Los Ga
EFE

Malas noticias en Cataluña. Los golpistas de ERC se han puesto de acuerdo con los golpistas de Junts per Catalunya (JxCat). Los Gambino de Junqueras y los Genovese de Puigdemont han alcanzado un pacto. O sea, los de Rufián, el que acusaba al prófugo de venderse por 155 monedas de plata, con los amigos del 3%. Qué bonita pareja. Reunidos en un lugar secreto, Pere Aragonès y el preso Jordi Sànchez, que entra y sale de la cárcel cuando le sale del níspero, establecieron este fin de semana los principios de la reedición del Gobierno separatista que tan buenos réditos ha dado a los capos de ambos partidos en los últimos años.

El sesgo de las encuestas, la fatiga de las bases, el riesgo de desafección, la presión de los altos cargos que dependían del acuerdo, con sus hipotecas, lo de llenar las piscinas, mantener las segundas y terceras residencias, las vacaciones, los queridos, queridas y querides... Todo conspiraba para un acuerdo. Otra cosa es que ambas partes estén llenas de faroleros y palomiteros. Ese Aragonès diciendo que ERC gobernaría en solitario y retando a JxCat a no apoyar su investidura cinco días antes de bajarse los pantalones; ese Sànchez con la vaina de que JxCat estaba dispuesto a investir a Aragonès y a quedar al margen del Gobierno. Han quedado retratados. Son expresiones depuradas de sus jefes, de la misma catadura, sin moral, sin vergüenza y sin reparos.

No les quedaba más remedio que repartirse el botín porque hay miles de familias que dependen de que el nacionalismo mantenga la Generalidad, el pozo sin fondo donde van a parar ingentes recursos públicos que sirven para sostener los imponentes trenes de vida de los altos cargos, los cargos de confianza, los delegados en las empresas públicas y los adláteres y pelotas de esos cuerpos de la Administración autonómica.

No se soportan, se odian, se desean todo el mal posible. "¡Junqueras, traidor, púdrete en la prisión!", gritaban los lobos grises de Puigdemont a las puertas de la sede de ERC cuando parecía que el partido republicano estaba dispuesto a repetir las elecciones. A los republicanos les han temblado la piernas al final. Como siempre. De ahí las inauditas cesiones a JxCat. Aquellos a los que llaman corruptos a la que les dan la espalda se quedan con el reparto de los fondos europeos. Será cosa de ver lo que hacen con tanta pasta. Hasta el departamento de Salud les han entregado a los mismos a los que acusaban de privatizar la sanidad. A cambio se han quedado con Interior. O sea que serán ellos los encargados de la porra o los que desmonten la policía autonómica del sheriff Trapero. Unos a repartir estopa y los otros, a repartir candela. Los chicos de Junqueras han hecho el negocio de las cabras guiados por ese niño con barba que va a ser el presidente de la Generalidad de la risa.

El miedo a perder una mayoría endeble y circunstancial ha obrado el milagro. Las candidaturas separatistas (las que entraron en el Parlament y las que se quedaron fuera) sumaron el 52% de los votos en unos comicios en los que sólo votó el 51% de un electorado harto de que nada cambie por culpa de una ley electoral que prima el voto nacionalista en la atribución de escaños. Y ahora pretenden que esa mitad escasa de la mitad del electorado es más que suficiente para reproclamar la república y les otorga una legitimidad internacional impepinable. Ellos son así. El golpe de Estado, reconocen ahora, lo pegaron con menos del 47% del electorado a favor, así que este 52% es algo así como lo nunca visto.

De modo que los que quedaron terceros volverán a gobernar con el apoyo de los segundos, a los que corresponde el cargo de presidente de la Generalidad. Nos esperan tardes de gloria con el mandado de Junqueras y el títere de Puigdemont. Torra acabará por ser un tipo sensato.

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